sábado, 1 de diciembre de 2012

La Muralla II: La Cerca Nueva

Cerca Nueva en 1570 - Antón Van den Wyngaerde -

Con la conquista definitiva de Toledo a finales del siglo XI y la estabilización de la zona centro de esta nuestra piel de toro, se dio inicio una actividad repobladora de la que Salamanca no fue ajena. Raimundo de Borgoña, a la sazón yerno de Alfonso VI comenzó esta repoblación de las tierras charras, pertenecientes por aquellos años a la Extremadura Leonesa.
Inicialmente se establecieron dentro de una ciudad, que estuvo en manos musulmanas hasta el año 1085 en que las tropas cristianas capitaneadas por Alfonso VI la conquistan, y que durante muchos años estuvo situada en tierra de nadie: francos, serranos y judíos. Los mozárabes tuvieron que conformarse con los terrenos que había en el arrabal cercano al Puente Romano, aunque algunos consiguieron asentarse en el interior de la ciudad. Otros grupos ante la imposibilidad de establecerse dentro del recinto amurallado se acomodaron en los arrabales de la zona norte de la ciudad muy próximos a ella, fueron: Toreses, Bregancianos, Portogaleses, Castellanos y Gallegos. 

Para dar cabida a todos estos nuevos grupos, llegados para buscar una nueva vida y que no pudieron establecerse dentro de los límites de la ciudad, el Rey Alfonso VII ordenó en 1147, la construcción de una nueva muralla que aglutinase y diese protección a todas estas “collaciones o pueblas”.

Pero construir y conservar una nueva muralla al Concejo le resultará altamente costoso, por eso el rey Alfonso IX, ordenó en 1206, al ser este un bien del municipio, que todos los vecinos y vasallos de las iglesias salmantinas pagasen para tal fin, «un cuarto de maravedí», exigencia que más tarde el Fuero de Salamanca recogerá como algo obligatorio. No fueron los únicos impuestos que se impondrían para el mantenimiento de la Cerca, ya que en el siglo XVIII el Concejo, prolongó los arbitrios de los que goza como el de “un real en cántaro de vino”, de todo este licor que se vendiera en la ciudad.
Pero no sólo la muralla gravó el bolsillo de los salmantinos, también actuó como elemento fiscalizador, ya que lo mismo que resultaba un bien costoso, en no menos ocasiones ayudó a engordar las rentas municipales, imponiendo un coste a los productos que por ella se introducían. Estos derechos fiscales de los que gozaba también la Hacienda Pública acabaron desapareciendo a mediados del siglo XVIII.
Salamanca
Las canteras de las que se obtenían las piedras con las que se levantó esta nueva cerca estuvieron localizadas principalmente en los alrededores del Colegio de Huérfanos (Facultad de Educación), en Peñuelas de San Blas, en el Teso de la Feria y en los alrededores del Zurguén, todas ellas controladas por el Concejo. Varias comunidades de la ciudad, como la de los Sexmeros de la Tierra, se vieron en la obligación de prestar hombres y carros para poder transportar las piedras a las zonas donde se estaba realizando la obra. Pero no sólo se conseguían piedras de las canteras, con el derribo de parte de la anterior muralla se pudo levantar alguna sección de esta Cerca Nueva.

Este segundo recinto tuvo un perímetro de cerca de una legua, 6366 pasos, -según González Dávila-, con una superficie mayor a las 110 hectáreas. Esta gran dimensión de terreno supuso que la ciudad contase con numerosos espacios vacíos difíciles de ocupar, por esta razón el rey Alfonso IX, otorgó a varias órdenes militares como las de Alcántara, Santiago y Calatrava y algunas eclesiásticas como los benedictinos de San Vicente o la Real Clerecía de San Marcos, a ocupar y establecerse en las zonas más alejadas, intentando facilitar de esta manera su poblamiento. Es durante el siglo XII cuando se construyen los edificios más importantes, Catedral, Alcázar y Universidad, verdadero germen evolutivo del desarrollo y crecimiento de la ciudad.

Pero la Muralla no será una construcción vistosa, más bien todo lo contrario, la disparidad de medios utilizados, la desigualdad de muchos de sus muros, las constantes reparaciones a las que se verá sometida y las diferentes alturas con las que contó, que oscilaban desde los 7 metros en la zona de la Puerta de Villamayor, los 10 que tuvo junto a la puerta Nueva o la mermada elevación que había en la zona de la Puerta de los Milagros, harán de ella una obra bastante desagradable en comparación con el conjunto arquitectónico que sus piedras protegían. 
 
Muralla en el Cerro de San Vicente, junto a la antigua Puerta de los Milagros.

Poco a poco y con el paso de los años las “collaciones”, núcleos próximos pero independientes, ya incluidos dentro de la nueva muralla, expandirán los límites de sus respectivos distritos creciendo hasta unirse entre sí, formando a la larga un solo núcleo urbano.

Todos estos grupos acabarán formando parte en el Concejo de la ciudad, cada uno con un alcalde que los representa, lo que provocara en algunos momentos, diversos enfrentamientos, sobre todo por los diferentes intereses que representaban.
Esta “pueblas” fueron: la de la Magdalena, San Benedicto, San Polo, Santa María de los Caballeros, Santa Olaya, San Adrián, Sanctispíritus, San Juan del Alcázar, Santo Tomás Canturiense, San Juan de Barbalos, San Marcos, San Martín, San Cristóbal y Santa Cruz.
En el siglo XVIII se creará una nueva organización territorial que dividirá la ciudad en seis cuarteles, sustituyendo de esta manera la antigua división medieval. Estos fueron: San Justo, San Martín, San Boal, San Pablo, San Blas y el de la Catedral.

Las calles de estas parroquias o “pueblas” al estar orientadas hacia su templo principal, forman una estructura radial, con su vía principal orientada hacia la puerta de la ciudad más cercana a ellas.
Estas, fueron calles tortuosas, con un firme desigual, por donde el tránsito se hacía sobre todo los días de lluvia especialmente penoso, mal cuidadas y peor saneadas. Las basuras, los detritos humanos que se arrojaban desde la viviendas a la vía pública y los excrementos de los animales que las transitaban se pudrían al sol o se mezclaban con el lodo los días de agua, haciendo emanar de ellas un hedor difícilmente soportable.
Por esta razón, en 1497, el hijo de los Reyes Católicos el príncipe don Juan mandará empedrar la calle principal de la ciudad, la Rúa de San Martín, intentando demostrar con esta acción los beneficios urbanos e higiénicos que supondría tanto para los salmantinos como para la ciudad contar con unas calles más saneadas. Los vecinos al ver la mejora que suponía para ellos, acabaron colaborando en la pavimentación de otras vías, pero el empedrado generalizado de todas ellas no llegará a la ciudad hasta bien entrado el siglo XVIII.

Escultura de Don Juan en Plaza de Monterrey

Cuando la vida comercial de Salamanca pasó definitivamente a la Plaza de San Martín, trasladada desde el Azogue Viejo y la Puerta del Sol, las principales calles conectaron la Plaza con las diferentes puertas que hubo en la muralla, facilitando el tránsito de los productos que acabarían vendiéndose en su mercado.

Su ronda exterior, configurada en el siglo XVI, y afianzada definitivamente en el XIX, con la mejora y ampliación de sus caminos, seguía las líneas que hoy forman las carreteras que circunvalan el núcleo urbano: paseo del Rector Esperabé, en su lado sur, paseo Canalejas en el este, avenida Mirat y Puerta Zamora en el norte y por el oeste las avenidas de Alemania y Paseo de San Vicente.

Facilitaban el acceso a esta nueva ciudad trece puertas, de las que tomaron el nombre de las iglesias, parroquias, conventos y caminos de dirección que había en sus inmediaciones.
Cinco en el sur, de las que dos habían pertenecido a la primitiva Cerca Vieja, San Juan del Alcázar y la del Río más la de los Milagros San Pablo y la Nueva, dos más en el este, la de Santo Tomás y la de Sancti Spíritus, otras dos en el norte, la de Toro y la de Zamora y las cuatro restantes en el oeste, la de Villamayor, la de San Bernardo, la Falsa y la de San Vicente.

En la parte superior de la muralla, existía para su tránsito, una ronda de una “vara” de ancho, y junto a las Puertas unas escaleras que facilitaban el acceso a esta.  

Muralla en el Paseo de San Vicente

Desde mediados del siglo XIII, se intentó estimular el asentamiento de los vecinos fuera de los límites de la muralla, sobre todo en los terrenos junto al Puente Romano en el arrabal de Santiago y en el que había en la otra orilla del Tormes, el de “allende la Puente” , pero las peligrosas crecidas del Tormes hace que estos desecharan esta opción y acabaran buscando en el interior de la ciudad un lugar más seguro donde establecer su morada. Las que si encontraron acomodo cerca de sus orillas fueron las industrias que para la realización de su trabajo necesitaban el caudal del río, como los molinos y todas aquellas que su labor resultó insalubre e incómoda de mantener dentro del asentamiento humano, (mataderos, batanes, y tenerías), al igual que la leprosería de San Lázaro, que prestó sus servicios junto al Puente, en la otra orilla del río.

La casa de la Mancebía fundada en 1497, también encontró acomodo extramuros de la ciudad, en el Arrabal allende le puente, siendo cerrada 1630 por orden real, después de haber prestado sus servicios durante años a los estudiantes de la Universidad salmantina y a algún que otro vecino. 

Muralla en Paseo de San Vicente

Una vez pasada la etapa medieval donde las necesidades defensivas ya no eran tan apremiantes, el mantenimiento de la Cerca disminuye, lo que conllevará al progresivo deterioro de algunos de sus lienzos, influenciado también por la crisis generalizadas que sufrieron las arcas de la ciudad con las epidemias y desastre naturales que asolaron Salamanca durante el siglo XVII.
Para sus constantes reparaciones se utilizaron materiales de bajo coste y rendimiento, como barro, pizarra, adobe o cal. En otras ocasiones, para afianzar las partes más deterioradas se usaron las piedras de las casas caídas fuera de la muralla, o se desmochaban las torres que protegían las puertas o se vendían para poder sufragar los constantes arreglos a los que era sometida. Es en estos años cuando se relajan las ordenanzas sobre su cuidado y conservación, permitiendo el acoplamiento de viviendas particulares, establos y cuadras a sus muros (interiores), algo que resultará más frecuente en su lado norte y sur, sin que en los laterales de la cerca se descuidase tan propicio resguardo.
Fue tanta la desidia que se prestó en su limpieza que en 1784, la cantidad de los escombros acumulados en su ronda exterior igualaban en altura a la de la muralla.


No será hasta el siglo XVIII, en el periodo de enfrentamientos con Portugal y la Guerra de Sucesión cuando la seguridad de la muralla vuelva a acaparar la máxima atención de los poderes de la ciudad. Fue entonces cuando se llevó a cabo el mayor desembolso por parte del municipio para su refuerzo, lo que provocó que la corona sufragase parte del pecunio gastado en su mejora, aunque como en otras ocasiones los materiales siguieron siendo de pésima calidad.
Una vez acabados estos dos conflictos la muralla vuelve a entrar en un progresivo declive provocando el desmoronamiento de parte de sus muros y de muchas de sus puertas, que ya amenazaba ruina en casi todo su perímetro. Aunque se intentó frenar su progresivo deterioro, el elevado coste de sus reparaciones hizo que se cuestionase su utilidad y conservación. 
 
Con la ocupación francesa a principios del siglo XIX, la muralla pasó a ser un objetivo secundario, prestándose más atención a la construcción de los fuertes de San Cayetano, San Vicente y La Merced, por parte de los invasores. Los continuos bombardeos, a que somete la zona, el ejercito del General Wellintong para destruir las defensas y fuertes franceses, hacen que parte de la zona amurallada del barrio de los Milagros quede prácticamente destruida en su mayor parte y aunque se intentó arreglar la muralla tras la marcha del ejército invasor , esta ya estaba herida de muerte.

Es el 2 de marzo de 1867 y tras la supresión de los derechos fiscales sobre las Puertas de la ciudad, cuando el Ayuntamiento obtiene el permiso pertinente para el derribo de la ruinosa muralla en la que se había convertido, algo que había hecho que desde hacia tiempo se hubiera vuelto un verdadero peligro para los vecinos de la ciudad. Se procura con su desmantelamiento dejar expedito el camino a un futuro ensanche de la ciudad.


Parte de la Cerca Nueva junto a la antigua Puerta de San Pablo


Antigua imagen de Salamanca con la muralla en su lado Sur (Charles Clifford 1853-54)




  • Salamanca y su alfoz en la Edad Media (siglos XII y XIII).  José Luis Sánchez Iglesias.
  • Historia de Salamanca. Manuel Villar y Macías.
  • Urbanismo de Salamanca en el siglo XVIII. Mª Nieves Rupérez Almojano.
  • Descripción e historia política, eclesiástica y monumental de España para uso de su jeventud. Provincia de Salamanca. Valentín Picatoste.
  • La reina del Tormes: guía histórico descriptiva de la ciudad de Salamanca. Fernando Araujo.

domingo, 11 de noviembre de 2012

La Muralla I: La Cerca Vieja

Las murallas, utilizadas para preservar la seguridad y protección de un determinado lugar y de las gentes que en ellos vivían, tuvieron en ciertas ocasiones una función sanitaria, ya que en que en épocas de grandes pandemias preservaban a sus ciudadanos de las pestes y epidemias que surgían fuera de su recinto. La mayoría de las veces se establecieron sobre ellas unas funciones fiscalizadoras sobre los productos elaborados que tenían que entrar desde fuera por alguno de sus accesos, haciendo las veces de aduanas, como el privilegio del que gozó para su mantenimiento, el Colegio Viejo de Oviedo sobre el trigo y el carbón que entraban en Salamanca. En gran parte de los casos servían para diferenciar dos mundos claramente contrapuestos, el urbano y el rural, lo que proporcionaba a los que vivían dentro de ellas alcanzar en algunos casos una determinada condición social, al estar más cercanos de los poderes políticos y religiosos.

Cerro de San Vicente
El primer asentamiento humano en lo que hoy conocemos como Cerro de San Vicente, se remonta a la Primera Edad del Hierro (s. VII a. C.), cuando un pequeño grupo celtivero-vaceo decidió que el mejor enclave posible para establecerse era ese precisamente. Se trataba de un cerro, lo mismo que hoy en día, de reducidas dimensiones que dominaba el vado del río y era fácilmente defendible, al estar rodeado por escarpes rocosos prácticamente inexpugnables, excepto en su lado noroeste. Para salvaguardar su pequeño poblado, fortificaron el lado más vulnerable con una muralla terrera de 90 m. de longitud por 2 m. de ancho. Este sería el origen de la actual Salamanca y la primera fortificación de la que se tienen referencias. 
 
En él estarían hasta el siglo IV a.C, cuando una vez rebasados los lindes de la cerca defensiva extienden sus contornos hasta el denominado Teso de las Catedrales, que tuvo que fortificarse con una nueva muralla, en la que algunos tramos llegaría a alcanzar los 3 metros de altura y en el que en sus zonas más vulnerables construyeron un foso, (restos de este foso se hallaron en el Claustro de la Clerecía) para hacer más difícil su asalto. El ancho en varios de sus puntos llegó a tener los 4´5 metros. 

Con el establecimiento romano en Salamanca, a la que integran en la provincia de Lusitania,  se construyó una nueva muralla en el siglo II a.C. que siguió prácticamente el trazado de la antigua cerca prerromana, dotándola de mejoras defensivas y siendo afianzada durante el Bajo Imperio con torreones de base cuadrada y algunos redonda, como los que existen al inicio de la calle San Pablo. 

Torreón medieval junto a calle San Pablo.
Desde el siglo VI d.C. y hasta finales del XI la ciudad lo mismo que su recinto amurallado entra en un declive acusado, debido en gran parte al periodo de inestabilidad tras las invasiones visigodas y musulmanas que se caracteriza por establecer un periodo de conquistas y reconquistas, entre tropas cristianas y musulmanas. Estas últimas no se establecen en la ciudad de manera permanente pero impiden con sus constantes incursiones, que las tropas cristianas se establezcan en la ciudad de manera estable.  
Es en esta época cuando menores referencias documentales hay sobre la muralla salmantina, aunque si se tiene constancia de numerosas reconstrucciones, algunas de ellas de autoría islámica. En la parte de la muralla junto a la Casa Lis se han hallado fragmentos de hileras que recuerdan mucho al procedimiento constructivo omeya (s. IX).

En el año 977 Almanzor en su tercera campaña somete a la ciudad de Salamanca a un duro asedio con más de cien mil combatientes. Desde la orilla izquierda del Tormes utiliza para doblegar la ciudad máquinas de guerra, destruyendo gran parte de esta y de la muralla, que aunque muy mal parada resiste los embates musulmanes, sin que con ello consiguiera doblegar la voluntad de los salmantinos de permanecer en el bando cristiano.
Nueve años más tarde si conseguirá traspasar los límites de la muralla defensiva aunque no se tiene constancia de que esta sufriera más daños.

Postigo Ciego.

LA CERCA VIEJA

Esta muralla y según Villar y Macias partía: desde la Puerta del Sol, que por el exterior estaba al Oriente, bajaba frente a la calle Meléndez Valdés (Sordolodo), penetraba por la Escuela Municipal de la calle compañía, subía atravesando la calle Cervantes (Los Moros), por la de la Sierpe, cuesta del colegio de Oviedo, por detrás de la Iglesia de San Bartolomé de los Apóstoles, a la Peña Celestina; de ahí se dirigía a la Puerta del Río (hoy Tentenecio) y desde esta a la de San Pablo, y antes de llegar a ella, torcía hacia el seminario de Carvajal, donde aun se ve un cubo de esta vieja muralla; pasaba por detrás de la Casa de la Concordia (de las Batallas), atravesaba la Cuesta del Seminario poco más arriba de la mitad de su elevación, cruzaba la calle Tostado (Azotados), y pasaba por allí al colegio de San Bartolomé (hoy Colegio Anaya) y próximo a la calle Palominos se unía a la puerta de partida, abarcando una extensión de 24 hectáreas.





Salamanca en la Edad Media
 
La ciudad estaba flanqueada por dos arroyos cercanos que la delimitaban, el de Santo Domingo descendía desde el noroeste y desembocaba en el Tormes pasando antes junto a la iglesia de San Pablo y  el de los Milagros o arroyo seco de San Francisco, que venía desde el norte para correr casi paralelo a la muralla en su lado oeste acabando en el río, muy cerca del Alcázar. 
Con la ampliación de la nueva muralla estos dos arroyos acabarán integrados en el paisaje urbano.

Puerta de Aníbal 1888.
Para facilitar el acceso a la ciudad existían cinco puertas que permitían la comunicación entre la periferia y el centro de la urbe, estas era: la Puerta del Sol, cercana a la iglesia de San Isidoro, al inicio de la calle Libreros, sería cerrada tras la Guerra de Sucesión por innecesaria, la Puerta de San Sebastián junto a la calle Tostado, la Puerta del Río, también conocida como de Hércules o de Aníbal, en la calle Tentenecio, la más antigua de las cinco. En 1810 cuando la ocupación francesa, se pensó en cerrarla, pero dadas las circunstancias del momento la idea fue desestimada. El Postigo Ciego, muy cercana al Puente Romano y a la del Río, y que según algunos historiadores bien pudiera ser la entrada a la Alcazaba que los mahometanos levantaron en la ciudad cuando esta estuvo bajo su influjo y la de San Juan del Alcázar, hacia el oeste, junto a la iglesia de Santa Cruz, donde años más tarde se fundaría el colegio de la Órden de Santiago posteriormente denominado del Rey
Hoy en día solamente se conserva la del Río, aunque únicamente como calle.


Restos de la muralla en la Peña Celestina
Dentro del trazado amurallado se establecieron los principales estamentos del poder militar, político y religioso, representados por el Concejo Municipal, ubicado en la Puerta del Sol, el Alcázar situado en la Peña Celestina, la Catedral y el Castillo Viejo, junto a la Puerta del Sol. En 1218 se crearía muy cerca de ellos el Estudio General, germen de la futura Universidad.

Su calle principal era la Rúa Nueva (C/ Libreros) por donde pasaba la vía de la Plata, que comunicaba sus dos puertas más significativas, la del Sol con la del Río. El mercado de la ciudad se hacía diariamente en la plaza del Azogue Viejo (hoy Anaya). Posteriormente y antes de celebrarse en la plaza de San Martín, se creó otro mercado en la Puerta del Sol, siendo estas las dos principales plazas de la ciudad vieja.

La denominación de "Azogue" proviene de la palabra árabe “azoq” o “al azok” que significa plaza o mercado.
Con la conquista de Toledo por Alfonso VI en el año 1085, se intenta estabilizar la zona central de la meseta facilitando la repoblación de unas tierras que durante muchos años han sido terreno de constantes escaramuzas entre los distintos ejércitos. En Salamanca esta actividad se inicia de manera tardía, ya que en muchas tierras de la zona norte se había iniciado de manera más o menos fructífera su repoblación desde finales del siglo IX y principios del X. Ramiro II ya había estado por tierras charras intentando su poblamiento desde el año 940, aunque no será hasta la llegada de Raimundo de Borgoña en el siglo XI, cuando esta repoblación tenga caracter permanente.

En las denominadas “collaciones”, el espacio territorial dependiente de una iglesia parroquial, se reunieron los diferentes grupos repobladores. Estas “collaciones”, establecían los límites de influencia, tanto fiscal, militar y administrativo de los diferentes grupos.
Se tiene constancia de la existencia de varios de ellos establecidos, algunos incluso antes, de la repoblación de Raimundo de Borgoña a comienzos del siglo XI, judios y mozárabes, estos asentados en estas tierras desde el siglo IX. Los otros dos grupos que tuvieron cabida dentro de los muros de la ciudad y que dejaron su impronta en ella fueron serranos y francos dedicados principalmente a las labores del campo y del ganado.

 
Los serranos, procedentes de las montañas de Asturias y León, establecieron su zona de influencia en la parte occidental junto al Alcázar de San Juan, centro del poder político y militar.
En su territorio se construyeron las siguientes iglesias: San Juan Evangelista, San Bartolomé de los Apóstoles, San Salvador, San Pedro, San Pelayo y San Millán

Los francos, venidos de Francia situados en la parte oriental, compartieron espacio con la sede episcopal y el centro comercial situado en el Azogue Viejo. En la collación de San Isidro.
Construyeron: Santa María la Mayor (Catedral Vieja), San Bartolomé el Viejo, San Sebastián, San Cebrian y San Isidoro.

Parte de la Cerca Vieja en la Cueva de Salamanca

Los judíos estuvieron establecidos de manera regular hasta el edicto de expulsión de los Reyes Católicos en 1492 en la parte sur de la ciudad, entre la Catedral y el Alcázar, (que los protegía o vigilaba, según la situación del comento). En la judería o barrio judio edificaron las tres sinagogas ( la vieja, la menor y la nueva) con las que contaron.

Los mozárabes ocuparon el terreno que hoy conocemos como Ribera del Puente, junto al Puente Romano y sus arrabales entre la Peña Celestina y la Puerta de San Pablo. Este fue el grupo de ciudadanos más numeroso y más antiguo de la ciudad, como ya hemos dicho establecidos a finales del siglo IX. Sus iglesias fueron: San Juan el Blanco, San Miguel, San Andrés, San Nicolás, Sanc Hervás o San Gervasio, San Gil, Santiago, Santa Cruz, San Lorenzo, Santiesteban, allende del puente y La Santísima Trinidad.

Otros grupos de repobladores como Toreses, Castellanos, Porto-galeses, Bergancianos y Gallegos se situaron extramuros de este primer recinto, hacia el norte , que con el paso de los años y la construcción de una nueva cerca quedarían incluidos dentro de la nueva morfología urbana.

Restos en Rector Esperabé, asentados sobre roca natural.
Se construyó en la ciudad en 1145 por los Caballeros del Santo Sepulcro de Jerusalén para fortificar la parroquia de San Cristóbal, otra cerca, siendo esta la muralla de los que muchos historiadores hablan, utilizando para ello las piedras de un muro que  tuvieron que derribar en la calle Asadería.

Con la expansión de la ciudad hacia el norte donde se habían ido asentando otros grupos repobladores, que por las reducidas dimensiones no habían tenido cabida dentro del antiguo recinto salmantino, se decide en el año 1147 (ordenada por Alfonso VII), ampliar la muralla para dar protección a estas nuevas “collaciones” o pueblas.
Durante el siglo XIII se construirá casi en toda su extensión este nuevo muro, lo que hará que parte del antiguo, menos el que mira al Tormes, vaya desapareciendo progresivamente. Las puertas de San Juan del Alcázar y la del Río se mantendrán con la nueva muralla, el resto se irán perdiendo con la ampliación de la ciudad.

Puerta del Río


Calle San Pablo


C/ San Pablo con Rector Esperabé


Muralla junto a la Facultad de Ciencias


Peña Celestina desde la Vaguada de la Palma


 Vaguada de la Palma


Antigua alcantarilla Rector Esperabé

Calle de San Juan del Alcázar

Muralla desde el Huerto de Calixto y Melibea (interior)

Muralla desde el huerto de Calixto y Melibéa (exterior)

 Muralla desde el Jardín de la Merced

  • Urbanismo de Salamanca en el siglo XVIII.   Mª Nieves Rupérez Almajano.
  • Salamanca guía de arquitectura.   Pablo Nuñez - Pablo Redero - Juan Vicente.
  • Historia de Salamanca.   Manuel Villar y Macias.
  • Salamanca y su alfoz en la Edad Media (siglos XII y XIII).  José Luis Sánchez Iglesias.
  • Aproximación arqueológica a las cercas medievales de Salamanca. Luis Serrano-Piedecasas  Fernández -  Miguel Ángel Muñoz García.
  • Las murallas de Salamanca y sus puertas. El Postigo Ciego.   Jose Mª. Muñoz.
  • La España de los siglos VI al XIII. Jose Mª. Mínguez.

jueves, 18 de octubre de 2012

Terremoto de Lisboa y la tradición del Mariquelo

Cerca de las diez de la mañana del 1 de noviembre de 1755, la mayoría de las campanas de las iglesias de Salamanca comenzaron a tañer sin que persona alguna las obligara a ello. Minutos antes, un terrible movimiento sísmico con epicentro en el Cabo de San Vicente que duró más de seis minutos y varios tsunamis con olas de más de 20 metros, habían sacudido la costa portuguesa, siendo la capital lisboeta con cerca de 100.000 fallecidos y más de la mitad de la ciudad destruida la principal damnificada.
Pero no sólo fue en Portugal donde se concentraron los daños. Muchas ciudades y pueblos de la península, Marruecos y algunas ciudades de Francia, sufrieron la fuerza de la naturaleza. Por tal motivo el rey Ferando VI que durante su estancia en el Escorial había sentido los temblores de tierra, y que tanto miedo le había causado, ordenó al Gobernador del Supremo Consejo de Castilla elaborar un informe en el que se recopilaran todos los sucesos y daños ocasionados por el terremoto en todas las capitales del reino y en los pueblos de cierta importancia.
Terremoto de Lisboa
Durante más de 6 minutos, Salamanca se vio sacudida por fuertes temblores de tierra, provocando que la gente que se encontraba a esa hora en los templos oyendo Misa Mayor, se viera presa del pánico. Muchas de las personas que paseaban por las inmediaciones de la Catedral Nueva y ante el temor a lo que estaban sintiendo, se refugian en su interior para protegerse de los terribles temblores que acababan de sacudir la ciudad. Cuando los atónitos ciudadanos salen al exterior aprecian los daños que ha dejado tan terrible experiencia. En el suelo yacen destrozadas varias imágenes de la fachada de la Seo derribadas de sus bases por los temblores sufridos. La Torre de las Campanas que ya presentaba fallos estructurales como consecuencia de un añadido barroco de enorme peso que no figuraba en los planos originales, muestra en su fábrica varias grietas que llegan hasta la parte de la torre donde se encuentran las campanas y deja el remate superior con una notable inclinación, lo que provoca que se tema por su derrumbe, algo que valoró hacer en un primer momento el Cabildo de la Catedral, pero en un posterior estudio aportado por el ingeniero francés Baltasar Devreton hace que esta se mantenga en pie, siendo apuntalada, cimentada y forrada con piedra para reforzarla, dándole esa forma de talud que la caracteriza.


Pero los daños no sólo se encuentran en la torre, el Cimborrio muy deteriorado por las terribles cargas que tuvo que soportar por los temblores sísmicos, tendrá que ser derribado siendo sustituido en 1766, por otro menos vistoso que el original, ejecutado este último por el  Maestro Arquitecto del Cabildo de esta ciudad, D. Juan de Sagarvinaga.
En el interior y en el crucero se abrieron diversas grietas que fueron creciendo en los días posteriores, lo que hace que ante el temor a que este último se viniera abajo por su mal estado, tengan que apuntar toda la caja del crucero desde el pavimento hasta el remate para evitar su derrumbe, siendo gastados en su arreglado cerca de 100.000 ducados.


Frente a la Catedral, en el Colegio Mayor de San Bartolomé o Colegio Viejo se aprecian en los minutos posteriores que de la fachada principal se han desprendido varias piedras, siendo en un segundo estudio más detallado donde se descubran daños más importantes.
En el Colegio de la Compañía (Clerecía), la base de la aguja que recibe la veleta de la linterna, fue arrancada toda entera de su asiento seis dedos hacia el lado de Mediodía, perdiendo además dos bolas que se desprendieron de lo alto de la media naranja.
Por toda la ciudad diversas iglesias muestran pequeños desperfectos en sus veletas y desconchones y grietas en sus paredes. Algunas casas construidas con materiales de mala calidad se habían derrumbado al no poder soportar tan terribles temblores.

Las aguas del Tormes que durante un buen rato se volvieron turbulentas y tornaron su color al marrón terroso, se retiraron de las orillas como cuatro o cinco varas, arrojando toda su ímpetu contra las pesquera y aceñas sin que estas sufrieran ningún desperfecto, volviendo después a su cauce normal, lo mismo contarán diverso testigos de algunos arroyos y riachuelos de la provincia.

El terremoto no causó victimas entre la población salmantina, lo que motiva que para dar gracias por todo ello el Cabildo organizase en los días sucesivos varios “Te Deum” y en las iglesias salmantinas se celebrasen por el mismo motivo varias misas.



Tradición del Mariquelo.

El Cabildo, en conmemoración de tan significativa efeméride y para que quedara constancia de lo agradecidos que estaban al altísimo que tanto había velado por todos los salmantinos, establece que todos los 31 de octubre se suba a la torre y se hagan repicar las campanas pidiendo además que tan terrible suceso no vuelva a repetirse nunca más. Aunque no sólo era este el único motivo por el que se tendría que ascender la torre, también era necesario comprobar que la inclinación del pináculo no seguía acentuándose.

Mariquelos en la Catedral
La responsabilidad de llevar a cabo tan digno encargo recayó en la familia que vivía dentro de la Catedral, que por aquel entonces era la que se encargaban de realizar diversos arreglos y reformas y de hacer sonar las campanas: los Mariquelos. Lo que comenzó como un encargo que se perpetuaría en el tiempo, se convirtió con el paso de los años en una de las tradiciones más celebradas por la población, junto con la del Lunes de Aguas.
En las vísperas del día de todos los Santos, a las doce de la mañana, el Mariquelo iniciaba lo mismo que lo hace hoy su ascensión ante el asombro del público que para no perderse detalle se congregaba en las inmediaciones de la Torre de la Catedral. Ascendía y lo sigue haciendo, por la media naranja hasta llegar, todo ello por el exterior dejando atrás la linterna, al copulín de la Torre, encaramándose una vez conseguida su hazaña a los hierros más altos que coronan la veleta y que hacen las veces de pararrayos.
Se comentaba antaño, entre los asistente, que por cada subida al pináculo, el Cabildo le daba una onza de oro al Mariquelo, pero la viuda del último de ellos siempre negó que estos recibieran recompensa alguna por parte de las autoridades.
La última ascensión de un componente de la familia de los Mariquelos se hizo en 1976, cuando Fabián Mesonero Plaza, puso fin a una tradición que se venía realizando desde el siglo XVIII. La costumbre se dio por perdida, hasta que en el año 1985 es retomada nuevamente, cuando el actual Mariquelo ataviado con el traje típico Charro, gaita y tamboril remonta las alturas hasta el copulín homenajeando a su manera a cuantos Mariquelos le precedieron en tan memorable ascensión. 

 

martes, 25 de septiembre de 2012

La casa de la Mancebía

A mi amigo Chago, conocedor de muchas de estas historias.
Buen amigo y mejor persona.                                            


                                            
En el siglo XIV, se extiende por toda Europa una ola de moralidad que reglamenta el desempeño de la prostitución. Durante años los distintos estados habían estado luchando para hacer desaparecer de las calles a las mujeres que desempeñaban tan antiguo oficio, fracasando en su intento. Al no poder conseguirlo dictan normas que obligan a las prostitutas a segregarse dentro de un determinado espacio reservado exclusivamente para trabajadoras que ejercen dicho arte. Este afán reglamentista no llegará a España hasta finales del siglo XV, principios del XVI., cuando empiezan a estructurarse normas, auspiciadas por los Reyes Católicos, con una concisa reglamentación para el desempeño de este oficio que se realice dentro de las Casas de Mancebía.
La existencia de mancebías en una ciudad suponía la prohibición absoluta de cualquier otro tipo de prostitución, aunque raramente se llega a cumplir, sobre todo en Salamanca, donde podríamos decir que “lo eran todas las que en ella estaban, pero no estaban en ella todas las que lo eran”, y donde el juego y la prostitución eran un mal muy extendido sobre todo entre la vida estudiantil.
Las mujeres a las que no les interesaba o no podían acatar dichas normas, para poder ejercer su trabajo de otra manera, pintaban sus viviendas de vivos colores o colocaban en sus fachadas vistosos ramos de flores, orientando de esta manera a sus posibles clientes, serán conocidas por este motivo como “rameras”.

Mancebía
La Casa de la Mancebía salmantina estuvo situada extramuros de la ciudad en «el Arrabal allende la puente, á dó dicen los barreros, donde se hace la feria (de ganado) a la esquina del huerto del Mesón de Gonzalo Flores», en el conocido como “Campo de Mancebía”.
Fue otorgada en primera instancia por el príncipe Juan, al mozo de ballestas de los Reyes Católicos, García de Albarrategui, en 1497, pero como al consistorio no le agradó esta decisión, por la cantidad de dinero que podría ganarse con esta clase de negocio, reclamó a los Reyes, dando estos finalmente potestad al Concejo de la ciudad para otorgar dicha titularidad, siendo ofrecida esta al regidor Juan Árias Maldonado. 
Las dos primeras Mancebías creadas en Esapaña fueron las de Valencia y Zaragoza en 1472.


Parte de la ciudad donde estuvo situada la Mancebía.

Para controlar y guardar la Casa de la Mancebía se creó la figura del “Padre de la Mancebía” o más conocido aquí como “Padre Putas”. Nombrado por el Concejo, esta persona era la obligada de hacer guardar las leyes y disposiciones que el municipio dictaba sobre el desempeño de la prostitución dentro de sus paredes. 
Desde el año 1571 se elabora una nueva legislación sobre mancebías que será establecida por la Corona. Estas nuevas leyes son una extensión de las que ya se llevaban a cabo en la ciudad de Sevilla desde 1553.

El “Padre de la Mancebía”, no podía alquilar a mujer alguna ropa de cama, ni fiarle dinero alguno, ni ser fiador de compras, ni entregar ni permitir que por realizar su labor recibiera comida a cambio y debía comprobar que no viniera de otra mancebía con deudas contraídas. Estaba obligado, además, a suministrar a las mujeres alojamiento, comida y fuego en invierno. Tenían prohibido alojar viajeros. Tampoco podía admitir mujer alguna que empeñase su cuerpo para realizar su labor, ni mujer enferma o que no hubiera sido revisada por cirujano. Cuidarse de que los días de fiesta, cuaresma, cuatro témporas y vigilias se ejerciera dentro la prostitución. 
Únicamente podía alquilar a estas mujeres una habitación con: cama de dos colchones, una sábana, dos almohadas, una manta, botica, silla, candil, estera y lo demás, por un real cada día y no más. Debía de cuidar que quienes visitaran a las mancebas fueran únicamente forasteros o solteros de la propia ciudad, prohibiendo el paso a todo hombre casado. Todo esto bajo fuertes multas y penas de azotes, de cárcel o destierro, de no ser cumplido.

Estaba prohibido que se estableciese en el recinto, mesón alguno, ni taberna o jugar a las cartas.Para hacer respetar estar normas el "Padre", podria contratar el servicio de hombres armados o ser el mismo el que las portara.

Tales ordenanzas debían ser expuestas en la propia puerta de la mancebía, lo mismo sucedía con las concernientes a las trabajadoras.

Prostitución en la Edad Media.
Las prostituta que trabajaban en estas mancebías, debían presentarse antes de incorporarse a una de ellas ante la comisión municipal, que la debia dar el visto bueno, no podían ser vecinas de la misma ciudad, ni tener en ella familiares, ni ser casadas, ni mulatas, ni negras y su trabajo sólo podía realizarse dentro del local. 
Cuando salían fuera del burdel, debían de portar "mantillas amarillas cortas, sobre las hayas y no otro hábito", esto servía para poder diferenciarlas de las mujeres honradas. Y una vez oscurecido deberían estar recogidas en dicha casa, sin poder abandonarla para ir a parte alguna.  
Tenían prohibido mantener a rufianes y menos aun el que éstos fuesen alguaciles o empleados de la justicia. Y estaban en la obligación de acudir a misa por lo menos una vez al año.

Como le pasaba al “Padre de la Mancebía”, todo esto bajo fuertes penas de multas y azotes.

Los precios que se cobraba por disfrutar de los servicios de estas mujeres solían oscilar entre el medio real si se hacia encima de la cama, al real si el acto se producía dentro de ella.
La prostitución era más frecuente fuera de las mancebías que dentro de ellas, sobre todo en una ciudad como la nuestra donde existía una efervescente vida estudiantil, siendo junto con Sevilla, una de las ciudades de España donde más abundaban los prostíbulos y lupanares. En la escalera de la Universidad se puede ver algún relieve alegórico sobre el tema.

Escalera de la Universidad de Salamanca.

Cuando llega a la ciudad Felipe II, para casarse con María de Portugal, y ante la gran cantidad de meretrices que desempeñan su labor fuera de la Casa de Mancebía, dicta unas normas de rectitud en las que ordena que toda “mujer pública”, fuera conducida extramuros de la ciudad, a la orilla izquierda del río, donde se encontraba esta casa, durante los días de Cuaresma, devolviéndolas a la ciudad pasada esta. Con la vuelta de las prostitutas, acompañadas en todo momento por el “Padre Putas”, tan celebrada por los estudiantes con algarabías y festejos y algún que otro casado con felicidad disimulada, parte de la vida salmantina volvía a retomar su compás diario.
Con el paso del tiempo las normas y disposiciones sobre Casas de Mancebías se fueron relajando de tal manera que en 1623 Felipe IV, aconsejado por los Jesuitas, que condenaban como delito doctrinal la justificación del fornicio con prostitutas, ordena en una Real Pragmática con fecha 10 de febrero, que todas las mancebías del país debían ser cerradas, lo que conlleva que toda la prostitución sea realizada en las calles y las mancebas se vean sometidas por individuos de baja estopa.
"Ordenamos y mandamos que, en adelante, en ninguna ciudad, ni villa, ni aldea de nuestros reinos, se pueda tolerar, y que, en efecto, no se tolere, lugar alguno de desorden, ninguna casa pública donde las mujeres trafiquen con sus cuerpos. Nos, prohibimos e interdecimos estas casas y ordenamos la supresión de las que existen. Encargamos asimismo a nuestros consejeros vigilen con particular cuidado la ejecución de este decreto, como una cosa de grande importancia, y a las justicias el ejecutarlo cada uno en su jurisdicción, bajo pena, para los jueces que toleren estas casas o las autoricen en cualquier lugar que sea, de ser condenados por este hecho a la privación de su empleo y a una multa de 50.000 maravedís, aplicables: un tercio a nuestra cámara, uno al juez y otro al denunciador; y queremos que el contenido de esta ley se ponga por capítulo de residencia."
Una vez abandonada definitivamente la Mancebía salmantina, la vivienda fue incendiada y su recuerdo pasó a formar parte de la historia de la ciudad. Tres años más tarde una fuerte crecida del Tormes acabará con los restos que aun quedaban. 



  • Historia de Salamanca.   Manuel Villar y Macias.
  • Casas de mancebía y meretrices callejeras.   Isaura Varela González.
  • Formas y funciones de la prostitución hispánica en la edad moderna: el caso andaluz. Andres Moreno Mengíbar.    Francisco Vázquez García.