domingo, 25 de agosto de 2013

Fray Luis de León frente a la inquisición



Las disputas existentes entre los docentes de las distintas órdenes religiosas (Dominicos y Agustinos), que impartían su asignatura en la Facultad de Teología, fue dando pie a que el clima de crispación que se vivía en la Universidad de Salamanca se fuera enconando de tal manera que las rivalidades se tornaron en odios enquistados que no quisieron o no supieron solucionar. Estos problemas entre órdenes, venían suscitados por el sistema que existía para la obtención de una cátedra. La decisión para entregar la titularidad de esta, partía de la opción de voto de los alumnos vinculados por sus estudios a la plaza que se disputaba, que eran en definitiva quienes la otorgaban. No era raro pues que los aspirantes a estas plazas intentaran influir en los alumnos y en sus decisiones, para de esta manera poder obtener la titularidad de la plaza. Pero no sólo eran las oposiciones para el acceso a la enseñanza lo que tenía dividida a la Universidad, ya que las famosas Juntas de Teólogos que a petición del Consejo General de la Inquisición se llevaban a cabo en la ciudad de Salamanca para la realización de censuras e índices de libros, puso de manifiesto la existencia de dos grupos claramente diferenciados. Por un lado los Dominicos con una visión más conservadora y tradicional claramente contrapuesta a las ideas progresistas y abiertas que defendían los Agustinos. Estas disputas supusieron una de las páginas más tristes de esta institución, al llevar a tres de sus más preparados profesores ante los tribunales del Santo Oficio.

Fray Luis según el escultor Nicasio Sevilla Sánchez.

Con el objeto de reimprimir nuevamente la denominada Biblia de Vatablo, una nueva traducción de las Sagradas Escrituras realizada directamente del hebreo, el librero y editor afincado en Salamanca Gaspar de Portonaris, pues la primera impresión realizada en 1555 por su hermano Andrea de Portonaris, había aparecido entre las biblias prohibidas por el Índice de Valdés, (libros prohibidos por la Inquisición), solicita al Consejo superior de la Inquisición en 1569, se realice un nuevo estudio para la interpretación de este libro con el fin de corregir los errores existente y poder editarlo con el beneplácito de los miembros inquisitoriales. Por tal motivo el mencionado Consejo ordena al maestro Francisco Sancho decano del Colegio de Teólogos y Comisario del Santo Oficio en Salamanca, reuniese a la Junta de Teólogos, compuesta por los maestros Francisco Sancho, León de Castro, Juan Gallo, Juan de Guevara, Luis de León, Gaspar Grajal, Martín Martínez de Cantalapiedra, Diego Bravo, Garcia Castillo, Diego Muñoz y Bartolome de Medina, que se añadiría después de obtener el magisterio de Teología en 1570.

Durante el proceso de estudio, que se alargó algo más de dos años, desde febrero de 1569 a marzo de 1571, los maestros teólogos reunidos en la capilla del hospital de la Universidad unas veces y otras en casa de Francisco Sancho, celebraron algo más de cien juntas en las que las deliberaciones para validar o no este nuevo texto dieron paso a graves enfrentamientos personales, con descalificaciones, insultos y alusiones de todo tipo, que acabarían siendo el desencadenante de la denuncia presentada contra Fray Luis de León, Gaspar Grajal y Martín Martínez de Cantalapiedra, los denominados hebraístas salmantinos.
Especialmente furibundos fueron los enfrentamientos entre Fray Luis de León, profesor de Teología Prima y León de Castro, profesor de Griego, experto acusador de judíos y judaizantes y abiertamente enemigo de todo aquello que tuviera que ver con los textos en hebreo, donde las amenazas con denunciarse mutuamente ante el Tribunal del Santo Oficio, fueron constantes durante estos dos años de deliberaciones. 
Aunque contrariamente a lo que se podría pensar no siempre fueron malas las relaciones entre estos dos profesores universitarios, ya que tanto León de Castro como Francisco Sancho, formaron parte del tribunal que aprobaron por mayoría la licenciatura en teología de Fray Luis en 1560.


Finalizadas las reuniones para el estudio de este nuevo libro, los tres hebraístas dan su parecer y recomiendan su impresión por ser, según su opinión, una interpretación más abierta y moderna a la ya establecida. Esta afirmación hace que desde el bando de los dominicos se les acuse de pervertir el significado y sentido de las Sagradas Escrituras, tanto de la Griega (septuaginta) como de la Vulgata de San Jerónimo, avaladas estas por el  reciente Concilio de Trento. Es a raíz de esta discrepancias cuando los odios acumulados durante las juntas toman forma y se trama la conjura que llevarán acabo Luis de Castro y Bartolomé de Medina, principal responsable de la trama.
Para poner delante del Santo Oficio a los tres maestros agustinos, instigan testimonios en contra de algunos estudiantes de la Facultad de Teología, los autodenominados “Bando de Jesucristo”, de varios frailes jerónimos y de otros dominicos que veían en las enseñanzas de los agustinos peligrosas novedades que debían ser atajadas.
Con la recopilación de estas declaración, Bartolomé de Medina confecciona las diecisiete proposiciones que pondrá delante de los miembros inquisidores y que se resumen principalmente en la traducción del Cantar de los Cantares a romance, prohibido por el Concilio de Trento, las críticas a la versión de la Vulgata con la puesta en duda de muchas afirmaciones que en ella se encuentran, que en el Antiguo Testamento no hay promesa de vida eterna y sobre todo a la ascendencia judía de estos tres frailes.

Con la denuncia ya presentada ante el Consejo General de la Inquisición en el mes de julio, se ordena por parte de este a Francisco Sancho, comisario del Santo Oficio en esta ciudad, abriera una investigación con el fin de averiguar si eran ciertas tales afirmaciones. Especialmente difícil tuvo que resultar esta tarea al fraile dominico porque contrariamente a lo que se pudiera pensar, la relación de amistad que unía a Francisco Sancho con el fraile agustino y de la que uno y otro hacían alarde, tuvo que pesar mucho a la hora de realizar esta investigación.
A principio del año de 1572 y con las pesquisas ya realizadas, envía la recopilación de sus indagaciones a la Inquisición de Valladolid, recomendando que se realizara una investigación más exhaustiva. Para tal fin llegará desde la ciudad vecina el licenciado Diego González, que al comprobar el origen converso de los denunciados y como principal evidencia, decide enviarles a las cárceles inquisitoriales.

El primero en ser detenido es Gaspar Grajal el 22 de marzo. El profesor Grajal se había reunido con Francisco Sancho unos días antes de su detención al saber de la trama de Medina, por mediación de un estudiante al que habían intentado malmeter contra el fraile,  aunque no le sirvió de nada dicha entrevista. Posteriormente lo serán Fray Luis y Martín Martínez de Cantalapiedra cinco días más tarde. Y aunque se presentó por parte de un vecino de la ciudad de Valladolid, una fianza de 2.000 ducados por la libertad de Fray Luis, esta cantidad de dinero no sería suficiente para protegerlo de las ávidas garras inquisitoriales.

No era la primera vez que Fray Luis se veía en problemas con la Inquisición. Ya en 1570 fue llamado por el Santo Tribunal para tomarle declaración por una lección acerca del matrimonio que había realizado en una de sus clases, aunque la denuncia se diluyó como el agua.

En el tiempo que transcurre desde la detención de Grajal, hasta la suya y viendo el cariz que estaba tomando el asunto, Fray Luis, ya presa del miedo y la angustia, intentó demostrar que no estaba en contra de la Vulgata, y envía la lectura sobre este libro, para obtener su respaldo, a teólogos de las universidades de Lovaina, Sevilla y Roma y al arzobispo Pedro Guerrero, de la archidiócesis de Granada. La petición del fraile fue respondida con aprobación por parte del arzobispo, informándole que si era necesario daría su parecer firmado, aunque la misiva llegó cuando Fray Luis ya había sido encarcelado. En un primer momento el Claustro en pleno aprobó enviar una carta al Gran Inquisidor, don Pedro Ponce de León,  defendiendo a los tres frailes agustinos. En este sentido intervinieron a su favor eminentes teólogos de diferentes universidades españolas, pero tanto la carta como estos respaldos que se realizaron para defender el buen nombre y honestidad de estas tres personas no sirvieron de nada, el Santo Tribunal había tomado ya su propia decisión y la iba a llevar hasta el final.

Con el paso del tiempo muchos de sus amigos, compañeros y estudiantes, les fueron dando la espalda, ya que nadie quería verse salpicado por un tema tan peligroso como la Inquisición. La misma Universidad como institución se prestó a dar toda la ayuda necesaria al inquisidor, en las indagaciones que este hiciera sobre los procesados.

Comienza de esta manera para los acusados un tiempo de terror y desesperación. Terror a lo que se les venía encima, los métodos que usaba el santo Oficio para conseguir sus fines eran por todos conocidos, y lo que tuvieron claro desde un primer momento los tres profesores, fue que una vez en manos del Santo Tribunal era muy difícil salir indemne.  Desesperación por que un proceso largo pudiera acabar con su prestigio y buen nombre del que hasta ese momento tenían, si no incluso con sus vidas y como lo consiguieran.


Medallón de Fray Luis en la Plaza Mayor

El 30 de marzo, Jueves Santo, ingresa en las cárceles inquisitoriales de Valladolid Fray Luis de León, en las que dispondrá durante su estancia de mesa, silla, libros y ropa en abundancia amen de otro tipo de utensilios que no se le permitían a los encarcelados por otros motivos, aunque se le prohibirá el uso de los sacramentos, algo que le mortificará durante su estancia. Tampoco obtendrá la ayuda que pidió durante el tiempo que estuvo enfermo para que le asistieran (en algunos momentos muy enfermo) y sólo se vio ayudado en ciertos momentos por un joven que como el estaba preso en las celdas vallisoletanas.
El 15 de abril Fray Luis realiza su primer interrogatorio, tras el cual un mes más tarde es acusado criminalmente "por ser descendiente de generación de judios" y se le acusa formalmente de ocho puntos, reducidos básicamente todos ellos al origen de su ascendencia. Para su defensa contó con la ayuda del doctor Ortiz de Funes, aunque el peso de la misma la llevó el propio fraile. Esto acabaría alargando el proceso en exceso ya que a su iracundo carácter y a la agresividad en sus alegatos se añadieron las constates comprobaciones que hubo que realizar a las pruebas aportadas por el fraile.
Las defensas a cada acusación en un primer momento las hicieron de manera oral, para pasar posteriormente a ser complementadas por escrito. En ellos Fray Luis las basó fundamentalmente en que la denuncia presentada contra él y sus compañeros se había realizado desde el resentimiento y la mala fe, que fray Bartolomé había ido induciendo de alguna manera a algunos estudiantes falsedades contra él y sobre todo que estas venían incitadas por la rivalidad que se había ido gestando por las oposiciones a cátedra que mantuvo tanto con León de Castro como con Bartolomé de Medina.

En marzo de 1574, un año después de entrar en prisión es examinado de 17 proposiciones de latín y 30 en romance, casi todas sobre la autoridad de la Vulgata y de su traducción del Cantar de los Cantares entre otras. Fue rebatiéndolas todas y aunque se las dieron sin firmar y de un modo anónimo, fue identificando uno por uno a todos sus difamadores. Entre las acusaciones que recibió estuvieron las de: encubridor de personas que habían enseñado proposiciones heréticas, desmintiéndolo tajántemente, haber errado contra la fe cristiana de manera intencionada, de estar en posesión de escritos de mala doctrina, argumentándolo en que los papeles eran de otras personas y lo justifica dando nombres, de haberse mofado de las interpretaciones que los santos hacían de la Sagradas Escrituras, de ser propenso siempre a cosas nuevas contrarias a la fe y a la religión y de buscar nuevas interpretaciones a las Sagradas Escrituras, defendiéndose en que un mismo pasaje de la Biblia podía tener varios sentidos, sin que esto fuera contra el mismo libro ni contra ninguna fe. De que en sus lecciones había enseñado que no era de fe que la Virgen no hubiese pecado nunca venialmente, defendiéndose que seria temerario y desvergonzado afirmar tal cosa, de haber traducido a romance el Cantar de los Cantares prohibido por el Concilio de Trento y de haberlo divulgado con mala intención, a lo que él lo justifica que lo hizo únicamente a petición de Isabel Osorio, monja del convento de Sacti Spíritus, porque ella no sabía leer en latín y que la difusión se realizó contra su voluntad pues lo hizo únicamente a modo particular.

Estatua de Fray Luis en el Patio de Escuelas, frente a la Universidad

Y mientras se efectúan las declaraciones, lentamente los meses pasan sin que se puedan probar los cargos que se les imputan ni llegar a juicio y siguen encarcelados sin justificación lógica, de lo que se quejara Fray Luis constantemente, llegando a temer en algún momento que pudiera ser quemado en la hoguera como lo fue en 1559, en esa misma ciudad de Valladolid, Agustín Cazalla, reconocido precursor de los protestantes españoles. Es precisamente durante este largo cautiverio cuando realiza algunas traducciones de libros y escribe varias poesías y una de sus obras más significativas, De los nombres de Cristo.

Las circunstancias se suceden y a las seis y media de la noche del 5 de septiembre de 1575, fallece en las cárceles inquisitoriales a la edad de 45 años Gaspar Grajal, tras una larga enfermedad. Después de certificar su muerte de la que al principio existieron serias dudas, se le da sepultura días más tarde en la iglesia de San Pablo. Su proceso continuó, de tal manera que se hizo llamar a algunos de sus hermanos para que procedieran en la defensa de su fama y memoria en lo que durara la instrucción, que no se extinguiría hasta 1578. Fray Luis no sabrá del fallecimiento de su amigo, pues lo eran desde la primera vez que pugnaron por la obtención de una cátedra, hasta el 9 de ese mismo mes, provocándole una profunda tristeza.
El 12 de septiembre  de 1575, el Tribunal, reconociendo el valor y la energía impuesta por Fray Luis en su defensa oral y le creyó exento de toda culpa y sospecha, aunque dicha declaración no se hizo constar en el proceso por el motivo de que debería ser votado por todos los miembros del tribunal, cosa de la que se quejo otra vez amargamente el fraile.

Un año más tarde en septiembre de 1576 y poco antes de ser liberado, Fray Luis de León estuvo muy cerca de sufrir tormento, en su petición el fiscal solicita que sea tomado en cuenta la utilización del tormento para poder sonsacarle la verdad, pero el tribunal no lo ve necesario y no se le aplica daño alguno.

Como la duración del proceso se alarga sin que se consigan resultados satisfactorios, el 7 de diciembre de ese mismo año de 1576, el Tribunal Supremo de la Inquisición presidido por el cardenal Quiroga, que ya había recomendado con anterioridad que el proceso contra Fray Luis fuera acortado, y al ver los pocos resultados que los interrogatorios y las presiones estaban teniendo sobre este caso, anuló la sentencia de Valladolid absolviendo plenamente al detenido, siendo puesto de manera inmediata en libertad y restituido en su cátedra con el pago de todas las mensualidades atrasadas desde la fecha de su detención.
Martín Martínez de Cantalapiedra no sería liberado hasta el 4 de junio de 1577, reincorporándose a su cátedra en el curso 1576-77 de la que sólo pudo impartir siete lecciones. Continuó en ella hasta que le sorprendió la muerte el 18 de noviembre de 1579.

Sabemos que a Fray Luis tras ser liberado se le ponen una serie de condiciones bajo pena de ser excomulgado o de ser nuevamente castigado con rigor, obligándole a guardar secreto de todo cuanto pasó durante su proceso, advirtiéndole seriamente de que no tomara represalias contra ninguna de las personas que habían testificado contra él, ni que les atacara tanto de acción como de palabra o delatara, o pidiera que lo hicieran terceras personas en su nombre. Seguramente estas advertencias le fueron de la misma manera expuestas a Martín Martínez de Cantalapiedra el día que fue excarcelado, pues eran práctica habitual en estos casos.

La queja ante el tribunal no se hizo esperar pues Fray Luis en su último alegato antes de dejar atrás la ciudad de Valladolid, deja reflejado en uno de sus escritos: “ Me han tenido preso sin razón alguna, y no merezco pena sino premio y agradecimiento y si de todo este escándalo que se ha dado y prisiones que se me han hecho queda en los ánimos de vuestras mercedes algún enojo; vuélvanlo no contra mí, que he padecido y padezco sin culpa, si no contra los malos cristianos que engañando a vuestras mercedes, los hicieron verdugos y escandalizaron la iglesia y profanaron la autoridad de este Santo Oficio”.

Tras haber pasado los últimos 57 meses de su vida en prisión regresó a Salamanca el 30 de diciembre y aunque eran las nueve de una mañana extremadamente fría, a su encuentro salieron numerosos estudiantes y varios profesores de la Universidad así como un número incontable de ciudadanos que al tener noticia de su  llegada desde Valladolid por la carretera que une las dos ciudades le vitorearon y festejaron su regreso con gran emoción. Las calles se llenaron de gente y ante el alborozo y griterío del público congregado, los balcones y ventanas de las calles por donde transitó tan jubiloso séquito, se abrían y sus moradores se sumaban  a la alegría reinante. 
Aula de Fray Luis
A su reincorporación al Claustro de la Universidad y para festejar su regreso y su definitiva absolución, la institución lo celebra con un reconocimiento especial asignándole la lección de Teología escolástica, pues la cátedra que ocupaba antes de su encarcelamiento ya estaba ocupada por otro profesor. Pero las clases no llegaron a ser muchas, pues uno de los profesores apoyado por varios frailes dominicos presenta una recusación al coincidir su clase con la de Fray Luis y ver que la mayoría de los estudiantes prefieren asistir a las lecciones del profesor agustino dejando su aula prácticamente desierta. El rector mientras toma una decisión decide que deje de impartir la clase durante un tiempo. 

Posiblemente cansado de ver como algunos de sus compañeros muestran recelos contra su persona y tarea, decide optar a la cátedra de Filosofía Moral que obtiene en el año 1578, pero él quiere algo más duradero pues esta clase de cátedra tendrá que volver a disputarla cuatro años más tarde. Se prepara la cátedra de Griego, que esta es a perpetuidad y en el año de 1579 después de una reñida pugna con el fraile Domingo de Guzmán, hijo del insigne Garcilaso de la Vega la consigue en propiedad. Aunque no estuvo exenta de cierta polémica pues muchos afirmaron por entonces que Fray Luis la obtuvo por un mal recuento de los votos. 
Pero no sólo le atacaron por la obtención de esta cátedra, pues muchos mal pensados, con el fraile entre ceja y ceja, comenzaron a esparcir comentarios interesados y es en esta época cuando se le acusa de mantener relaciones amorosas con la priora del convento de Santa Ana de Madrid, Ana de Jesús, gran amiga suya.
Es a partir de su reincorporación a esta cátedra y posiblemente de padecer ese clima hostil que algunos le muestran y de ver la prudencia que debe de tener al impartir sus clases para no verse nuevamente con problemas ante el Santo Oficio cuando comienza poco a poco a alejarse unas veces por enfermedad, otras por sus ausencias para realizar trabajos encomendados por la Universidad, de la práctica de la docencia.

Pero como sucediera una década antes en 1584, vuelve a ser nuevamente denunciado a la Inquisición , esta vez por una disertación en un acto público sobre la libertad humana ( de auxilis). En esta conferencia, el fraile Prudencio de Montemayor defendía la posibilidad de que las personas podían optar por tomar sus propias decisiones en contra de la opinión de que todo estaba determinado por la decisión del Señor. Ante los ataques de varios frailes dominicos a las palabras de Montemayor, Fray Luis sale en defensa de éste convencido de la ortodoxia defendida por Fray Prudencio, opinando que se declaraban heréticas doctrinas que podían ser claramente opinables. Como en su primer procesamiento, para su defensa se entrevistó con el inquisidor en Salamanca que en esta ocasión era Don Juan de Arrese, sin éxito, por lo cual se ve abocado a un nuevo proceso.  
Este segundo proceso acabaría con una leve amonestación y con la prohibición de defender tales afirmaciones.

A Fray Luis le empiezan a pasar factura los años pasados en prisión y su salud ya quebradiza de por si inicia un deterioro notable que le mantiene, ya alejado prácticamente de continuo, de su labor universitaria. En agosto de 1591 y visiblemente muy desmejorado inicia un viaje a Madrigal de las Altas Torres, para celebrar capítulos provinciales de la Orden de San Agustín. En ellas será nombrado provincial de la Orden en Castilla, pero no pudo ostentar dicho cargo, pues en esa misma localidad Abulense morirá el 23 de ese mismo mes a los 64 años. 
Un día más tarde sus restos mortales son trasladados a Salamanca y se le da sepultura en el convento de San Pedro de la misma Orden a la que pertenecía. Ese mismo día y con toda celeridad la Universidad saca a oposición la cátedra de Griego que hasta su muerte tuvo en posesión Fray Luis, sin guardar el mes de rigor que según los estatuto se podía esperar para sacarla a concurso. 


De nuevo, ¡oh Salamanca!
estoy aquí , de la prisión salido.
La frente toda blanca,
el cuerpo envejecido.
¡Si las canas me hiciese más temido!
Sosegado ya un tanto
vuelvo a emprender la vía abandonada
sin rencor ni quebranto.
¿Fe y vida está salvada?
¡Pues todo no ha quedado en la estacada!
Mañana hacia la ciencia
seguiré sin sentir recelo alguno
ni cargo de conciencia.
¡Dulce oficio oportuno
que enseñar y aprender es todo uno!
Pero es camino largo
que hay que seguir tenaz con firme anhelo.
A veces, cierto, amargo
hasta romper el hielo;
más grato cuanto más lejos del suelo.
¡Dulce camino loco!
¡Empresa más feliz cuanto más nueva!
Que si es cierto que el poco
saber nos pone a prueba,
el mucho, si se alcanza, a Dios nos lleva.

                                                            - Al salir de prisión -



  • Escritos desde la cárcel. Autógrafos del primer proceso inquisitorial. José Barrientos García. 
  • El Fraile y la Inquisición. Manuel Fernández Álvarez.
  • Fray Luis de León. El hombre, el poeta, el amigo, el místico. Teófilo Viñas Román.
  • El terror a la Inquisición en la Universidad de Salamanca. José Barrientos García.
  • Biografía de León de Castro. Vicente de la Fuente.
  • Procesos inquisitoriales contra los catedráticos hebraístas de Salamanca: Gaspar de Grajal, Martínez de Cantalapiedra y Fray Luis de León.  Manuel de la Pinta Llorente.
  • Decíamos ayer... Francisco Blanco Prieto.  Leticia Blanco Antona.
  • Proceso que la Inquisición de Valladolid hizo al maestro Fray Luis de León, religioso de la Orden de San Agustín.

martes, 18 de junio de 2013

Salamanca en la Guerra de Sucesión


Con la muerte en 1700 de Carlos II, conocido como el “Hechizado” por la extraña creencia de que lo había sido de verdad, y al no dejar descendiente directo que ocupara el trono, la casa de los Austrias deja de regir los destinos de España y da paso a la de los Borbones, al ser nombrado sucesor legítimo de este, el nieto de la hermana mayor del rey fallecido. Felipe de Anjou coronado como Felipe V, pasa de esta manera a ser el regente de una nación con graves problemas económicos, grandes diferencias sociales y un más que notable desprestigio exterior.
Pero sus problemas no se limitan sólo al ámbito interno, ya que algunas potencias como Inglaterra y los Países Bajos recelan del poder que puede llagar a ostentar si como heredero también al trono francés, reúne bajo su figura las dos grandes coronas de Francia y España pudiendo llegar a imponerse como una gran potencia hegemónica, que pudiera dar al traste con los intereses expansionistas de estas dos grandes naciones.

Ante esta posible amenaza se forma una Gran Alianza de la que forman parte Inglaterra, Países Bajos, Portugal, Dinamarca, Austria y Saboya, que declara la guerra a España y Francia, para intentar subir al trono a su propio monarca, el Archiduque Carlos de Habsburgo. Se inicia de esta manera una confrontación bélica europea pasando a convertirse en nuestro país en una devastadora guerra civil a partir de 1705, al alinearse con las potencias del bando del Archiduque, la Corona de Aragón y especialmente Cataluña, tras el Tratado de Génova. Del lado de Felipe V estarán las de Castilla, Navarra y las Provincias Vascongadas.

Salamanca se verá de esta manera inmersa en una Guerra en la que tanto se jugaba y de la que acabaría sacando, gracias a su apoyo a la causa borbónica, su joya más preciada: la Plaza Mayor.

Con la incorporación de Portugal a la denominada Gran Alianza, se refuerzan las plazas fronterizas con el país vecino y se restablecen las milicias en la capital y su provincia. Para reforzar la plaza salmantina el Duque de Berwick (Werbick), Jacobo Fitz James Estuard y el Gobernador de la frontera de Castilla don Francisco Ronquillo Briceño y Osorio, entran en la capital charra con 12.000 hombres, entre ellos la guardia personal de Duque compuesta por irlandeses y mercenarios valones y napolitanos el 12 de agosto de 1703, ocupando los que pudieron alojarse en él, el antiguo colegio de los Jesuitas, por esas fechas el Hospicio de la ciudad, frente al Colegio Fonseca, (hoy colegio Maestro Ávila), el resto encontró acomodo en la feligresía de San Blas. 
Durante los dos siguientes años las tropas del Duque de Berwick conquistarán diversos pueblos de la frontera portuguesa y ayudarán en la defensa de Ciudad Rodrigo, hasta su definitiva caída en mayo de 1706. El rey portugués conquistada definitivamente la ciudad por las tropas del Marques de Minas y de lord Galloway la declarará anexionada a Portugal en fechas posteriores.

El 3 de junio de ese mismo año, cuando los salmantinos estaban festejando la procesión del Corpus Christi, se presenta ante la Puerta del Río un emisario del general portugués Marqués de Minas para que se rindiera la ciudad a las tropas del Archiduque, que en ese momento tenia acampados cerca de la ciudad a 30.000 hombres. Ante la imposibilidad de hacer frente a tan descomunal ejército el Duque de Berwick parte hacia Madrid con todas sus tropas, pidiendo antes de su partida que la ciudad no presentara batalla y para evitar un innecesario derramamiento de sangre, se sometiera al ejercito enemigo. 



Cuatro días más tarde y sin que nadie opusiera resistencia, entran en la capital tropas anglo-holando-portuguesas, quedando la mayoría de su destacamento acampados en los terrenos que hay entre Santa Marta y el Aldehuela. El Marques de Minas y el general ingles lord Galloway fueron alojados en el monasterio de San Jerónimo. 
Para evitar las tropelías que tenían por costumbre realizar los soldados ingleses y holandeses con las ciudades rendidas, fueron apostados en conventos de religiosas y en la Catedral tropas portuguesas para velar por su integridad. No se consiguió lo mismo con los pueblos cercanos a la capital ya que estos si se vieron sometidos a la rapiña de las tropas anglo-holandesas. Esto incendia los ánimos de los ciudadanos de la capital, que esperan el momento propicio para devolverles los daños causados.

Restos del Convento de San Jerónimo, en el interior de la dependencias del Grupo Mirat (http://es.wikipedia.org/wiki/Mirat)
En un acto de valor de un grupo de salmantinos que tan fervientemente querían servir a la causa de Felipe V, el 14 de julio se enfrentan en las cercanías del convento de San Jerónimo a un pequeño grupo de soldados portugueses y a los que desde la ciudad habían salido a socorrerles. Estos venían escoltando unos carros con material y dinero para el ejercito que ocupaba Ciudad Rodrigo. Es en ese momento de lucha cuando las campanas de la ciudad tocan a arrebato, avisando de esta manera de la circunstancia que se está dando a pocos pasos del núcleo urbano. Como accionados por un resorte, muchos de los vecinos de la capital salen en ayuda de los valerosos charros que tan fervientemente pelean por su rey, consiguiendo poner en fuga a las tropas enemigas, avanzadilla de otro convoy mayor que venía desde Guadarrama capitaneado por el general holandés Francisco Farrel. Estos consiguen ponerse a salvo en el cercano pueblo de Mozárbez. 
Con los ánimos enardecidos por la victoria de tan gloriosa escaramuza los salmantinos se dan a la persecución de todos aquellos vecinos más proclives a la causa del Archiduque Carlos, teniendo estos que abandonar la ciudad para poner a buen resguardo su vida y la de sus familiares.



El día 23 de julio se recibe en el ayuntamiento una amenazante comunicación del General Farrel en la que por carta se insta a la ciudad a devolver todo el material que le fue requisado por los salmantinos en la refriega del convoy, debiendo atenerse a las consecuencia en caso de ser negativa la respuesta.
Bien, pues la respuesta no se hizo esperar y el general Vega la tramitó en unos términos que  no dejaban lugar a la duda, lo hecho hecho estaba y no se devolvería nada de lo recuperado el día 14. 

Temerosos de una posible represalia por la escaramuza del convoy, los salmantinos viendo que para enfrentarse a un ejercito mejor instruido que ellos, comienzan a reforzar la muralla que hasta ese momento no había sido más que una raquítica fortificación recuerdo de mejores tiempos. Se levantan parapetos y se construyeron rebellines en las puertas de San Pablo, Santo Tomás, San Bernardo y Zamora. En la parte de la muralla entre las puertas de Sancti Spíritus y Santo Tomás y ante la imposibilidad de reforzar este tramo del muro que estaba arruinado, se tapa esta zona con una tela pintada simulando que lo que allí existe es un muro de verdadera piedra.
Para mejorar la plaza salmantina y con el general Antonio de la Vega al mando, se hace llamar a los milicianos de las provincias limítrofes consiguiendo reunir un nutrido grupo de 8.000 hombres, más algunos clérigos armados, doctores, colegiales y estudiantes de la Universidad salmantina, todos ellos poco instruidos en las artes de la guerra. En ayuda de sus leales súbditos y sabiendo que desde Ciudad Rodrigo se estaba desplazando un más que notable contingente de tropas para dar escarmiento por el ataque sufrido, el rey mandó acercarse hasta la capital a varias compañías y regimientos de sus ejércitos, para no dejar desamparada a una de sus más leales ciudades.

El 13 de septiembre aparece por el Teso de la Feria la avanzadilla del ejercito enemigo compuesto por más de 6.000 hombres. No tardan mucho los salmantinos en apostarse en la muralla para dar pronta respuesta en caso de ataque de tan experimentada soldadesca. Pero cuando más resuelta estaba la gente para enfrentarse al enemigo, el general Vega ante la mirada incrédula de los presentes, decide partir hacia Peñaranda con sus tropas en traicionera acción, dejando a la ciudad huérfana de todo hombre adiestrado en el combate. Mientras tanto y en vista de las pocas posibilidades que hay de que un posible ataque sea rechazado por tan humilde defensa, las tropas enemigas posicionan a su artillería a lo largo de las puertas de Toro, Sancti Spíritus y la de Santo Tomás comenzando a bombardear la muralla y las puertas que frente a ellos tenían, causando graves daños no sólo a los muros sino también a iglesias y conventos cercanos a ellos.


Campanas de la Iglesia de San Martín.

Durante más de dos días estuvieron los salmantinos recibiendo fuego incesante de artillería y de fusilería, lo que provocó que gran parte de la muralla en su lado este fuera literalmente barrida a cañonazos. En las puertas de ese lado que habían sido tapiadas para evitar el paso de las tropas enemigas, el empuje de los atacantes acabó siendo suficiente para abrir en ellas varias brechas que hubieran servido para ser traspasadas por tan cruento enemigo, si no hubieran sido repelidos por la balas de los defensores. Mientras los valerosos salmantinos recibían una incesante lluvia de granadas y balas, las mujeres que se habían organizado en grupos para prestar ayuda en el traslado de material, armamento y víveres allí donde más preciso fuera, asistían a los heridos y moribundos en tan precarios momentos. 
Pero la mañana del día 17 con la munición agotada y la mayoría de las líneas comprometidas o fuertemente hostigadas, se alza en las puertas de Sancti Spíritus y Zamora bandera blanca para avisar al enemigo la decisión tomada por los defensores de entregar la plaza, instándoles con este acto a detener tan destructor fuego. 
Hasta ese momento los salmantinos habían perdido en los diferentes combates a cerca de 400 vecinos.


Para negociar la rendición de la ciudad fue designado el fraile dominico Cayetano Benítez de Lugo, que con el tiempo acabaría siendo Obispo de Zamora.
Las condiciones que fueron impuestas en la negociación por el Vizconde de Fuentearcada, resultaron altamente costosas a las arcas de la ciudad, ya que tuvieron que ser satisfechas fuertes sumas de dinero y gran cantidad de material, animales, pertrechos de guerra y alimentos, más la sumisión incondicional al rey Carlos III.
Aunque lo peor estaba por llegar, ya que los saqueos cometidos por los soldados de Farrel, resultaron bastante más perjudiciales para la ciudad que las condiciones impuestas tras la capitulación. En los conventos de San Jerónimo y del Jesús, los colegios de la Vega y el de Huérfanos y los hospitales de Santa María la Blanca y el del Amparo fueron robados todos los objetos de valor en ellos había, resultando seriamente dañados tanto en los momentos en que duró el combate como en su posterior saqueo, amen de los robos y vejaciones que cometieron por toda la ciudad como en los pueblos cercanos.
Se dio el curioso caso, de que la universidad y los colegios menores, tuvieron que pagar cerca de 140 pesos cada uno para recuperar sus respectivas campanas que habían sido bajadas para ser trasladadas con el botín conseguido a Ciudad Rodrigo.
Cuando el día 24 de septiembre el ejercito abandona Salamanca, el gobernador, alcalde mayor, el corregidor y varios de los vecinos más influyentes de la capital, son llevados con ellos en condición de prisioneros, siendo liberados en los días siguientes.

Campanas de la Universidad

Dos días después de ser abandonada la ciudad por el ejercito enemigo, las tropas leales a Felipe V entran en ella, volviendo ésta a prometer obediencia al monarca Borbón. Durante los días posteriores se inician los trabajos de reconstrucción de la muralla en las partes donde más había sido dañada, sobre todo en el tramo comprendido entre las puertas de Sancti Spíritus y Santo Tomás.
Un año más tarde, en 1707 y con las defensas ya reforzadas, el ejército enemigo capitaneado por el conde San Juan es rechazado conjuntamente por las milicias concejiles y los regimientos de caballería de Santiago, Chaves y Pavón, extraordinariamente capitaneadas por el conde de Montenegro.
Cabe destacar la aportación que brindó a su ciudad la Virgen de la Vega, ya que los salmantinos con el miedo todavía en el cuerpo por los daños infligidos un año antes por las mismas tropas, se encomiendan a su patrona para que les ayude a vencer a los soldados portugueses, cosa que tuvo que suceder a la vista de tan notable victoria.

No será hasta 1710 cuando el monarca visite la ciudad salmantina en su paso hacia Extremadura. Para tal ocasión se empedraron las calle de Zamora y Concejo y se consiguieron para la causa del monarca que por aquel entonces presentaba muy mal aspecto con la pérdida de la batalla de Zaragoza, hombres material y dinero, que este supo muy bien agradecer, ya que a instancias del ayuntamiento y como agradecimiento a tan notables esfuerzos hechos por la ciudad, da su consentimiento para la construcción de la actual Plaza Mayor, obras que no se llevarían a cabo hasta el año de 1729.


Placa conmemorativa del inicio de las obras de la Plaza Mayor.

No se volverán a ver por las cercanías de la ciudad más tropas enemigas. Con el paso de los años el frente de la guerra se irá trasladando al oriente peninsular hasta su total finalización en 1713, concluyendo con la firma del Tratado de Utrecht, donde será reconocido como legitimo heredero al trono español Felipe V, renunciando así mismo a cualquier posibilidad de ascenso al trono francés, y en el que se le cedía a Inglaterra, Gibraltar y Menorca, entre otras muchas concesiones a los componentes del bando de los aliados.





  • Reseña geográfica-histórica de Salamanca y su provincia, para uso de los colegios y escuelas de la misma.  Jacinto Vázquez de Parga y Mansilla.
  • Historia de Salamanca. Manuel Villar y Macias.
  • La Reina del Tormes.  Fernando Araujo.
  • Historia de la Universidad de Salamanca Vol .IV, Vestigios y Entramados. Luis E. Rodríguez San Pedro-Bézares.
  • Victus. Albert Sánchez Piñol.

domingo, 14 de abril de 2013

El Cielo de Salamanca


 Cielo de Salamanca


En los años 50 del pasado siglo cuando se realizaban las obras para celebrar los actos conmemorativos del VII Centenario de la Universidad de Salamanca, se descubrieron unas pinturas en el bóveda de su biblioteca, que no es la actual, si no la que en tiempos estuvo ubicada en lo que hoy es la capilla de San Jerónimo de la Universidad.
Durante el siglo XVI y tras una remodelación el espacio que ocupaba la biblioteca se dividió para dar cabida a la capilla.

Este “Cielo de Salamanca” creado e ideado por el pintor salmantino Fernando Gallego, en el siglo XV, entre 1481 y 1486 empleando una técnica mixta de óleo y temple, estuvo expuesto en la anterior biblioteca de la Universidad, hasta que en 1506 se llevo a cabo la tranformación de la biblioteca dividiendo su espacio para dar cabida a un nuevo retablor mayor para la capilla. Es en esta época cuando las pinturas sufren un importante deterioro con continuos repintes para reparar los daños producidos por las constantes humedades y desconchones. Durante el siglo XVIII, se producen importantes derrumbes en la bóveda de la capilla, afectando a dos de sus tres tramos, lo que obligó a dotar a esta de una nueva cubierta. En 1767 las pinturas quedaron tapadas por una bóveda de cañón construida cuatro metros por debajo de la primitiva. Tras esta nueva remodelación las pinturas quedan casi destruidas en su totalidad.


La obra original ocupaba una superficie de unos 400 metros en la que estaban representados “un cielo estrellado, los planetas y la bóveda celeste con todas las constelaciones del Zodíaco y en ella pintadas y labradas en oro cuarenta y ocho imágenes de la octava esfera, los vientos y casi toda la fábrica y cosas de la astrología". Todo un completo programa astronómico.
Ya en 1953-54 y tras su descubrimiento son restauradas por los hermanos José y Ramón Gudiol Ricart y trasladadas a su actual ubicación en el Patio de Escuelas Menores.

En el “Cielo de Salamanca” están presentes algunos signos zodiacales como Escorpio, con la cola terminada en aguijón, Sagitario mitad hombre y mitad caballo con su arco dispuesto para el disparo, Libra, balanza invertida, representando el equilibrio y la equidad, Leo con las fauces abiertas y melena al viento y Virgo alada y con túnica blanca sosteniendo un lírio en la mano derecha, en el qué el autor para guiarnos en su interpretación pintó las estrella de las constelaciones y bajo ellas el símbolo que los representa. También podemos contemplar a dos dioses planetarios, el Sol, montado en una cuadriga tirada por tres caballos blancos y uno negro (Eoo, Pyrois, Phlegon y ethon), dirigiendo a este a su morada diurna y en el interior de la rueda visible está representada la figura de un león, símbolo solar y Mercurio, con su caduceo en la mano derecha, que viaja en un carro tirado por dos grifos, representados en sus dos ruedas Géminis y Virgo, viajando hacia la noche. 
Tres constelaciones boreales en la parte izquierda: Boyero portando en la mano derecha una lanza y en la izquierda una hoz, Hércules representado desnudo, enarbolando una maza en su mano derecha y en la izquierda a modo de escudo la piel del león Nemea y Serpentario enroscada a la cintura de un hombre al que estrangula y seis constelaciones australes desplegadas por la parte derecha de la bóveda: Hydra junto a un esbelto roble, Corona, Ara (altar) con el fuego de las ofrendas, Centauro hombre con cuerpo de toro que lleva en su mano derecha una cabra en forma de ofrenda y en su lanza una liebre, Crater (vaso) y Cuervo reposando sobre la cola de Hydra
En la parte inferior los vientos, representados por cuatro cabezas soplantes simbolizando el soplo creador, Céfiro, Austro, Euro y Boreas y en la parte superior podemos leer, parte del Salmo VIII, 4 “Videbo celos tuos opera digitorum tuorum, lunam et stellas que tu fundasti” - Veré tus cielos, obra de tus manos, la luna y las estrellas que tú fundaste-. 

"Videbo celos tuos opera digitorum tuorum, lunam et stellas que tu fundasti, quid est homo, quod memor es eius?. Aut filius hominis, quoniam visitas eum? "Al ver tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas, que tú fundaste, Pregunto: ¿qué es el hombre para que lo recuerdes? ¿Qué es el hijo de Adán para que de él te ocupes?" (Salmo VIII, 4)

En el año 2009 se recuperaron dos sinopias que habían sido sustraídas años atrás, cuando se realizaba el desmontaje y restauración de la obra y que representan a las constelaciones de Leo y Centauro, estos fueron los dibujos que el artista realizó sobre el enlucido del muro como preparación de las pinturas.






  • Santiago Sebastián.     Magazine - Historia del  árte hispáníco vol.3, pag 61.
  • Jose Mª. Martínez Frías.  El cielo de Salamanca.
  • Rubén Soto Rivera  Los pétreos biblionautas del Kairós salmantino vol5, número 001, pp 33-64.
  • ABC.es. 16-05-2009. http://www.abc.es/hemeroteca/historico-16-05-2009/abc/CastillaLeon/la-usal-recupera-dos-sinopias-del-cielo-de-salamanca-robadas-en-1950_92940590797.html.

jueves, 4 de abril de 2013

Lunes de Aguas


Corría el año 1497, cuando se estableció en las cercanías del Teso de la Feria, la que por aquellos años sería y hasta su desaparición en 1618, la casa que albergó a las meretrices más buscadas de la ciudad, estamos hablando de la Casa de la Mancebía. Tuvieron que pasar varios años hasta que en 1543 y con la entrada en la ciudad de un jovencísimo Felipe II para formalizar su unión con la princesa María de Portugal, promulgara un edicto en el que establecía que debían recogerse en dicha casa durante el tiempo de Cuaresma y Pasión, todas aquellas mancebas que por un módico precio, se dedicaban a prestar su cuerpo por calles, tabernas y colegios universitarios de esta castellana ciudad, al goce de amar.

Felipe II

Una vez finalizado el tiempo de permanencia de las rameras en la Mancebía, los estudiantes, cada año, bajaban el lunes posterior al domingo de Albillo, en tropel algarabía, hasta las cercanas aguas del Tormes a esperar, que acompañadas por el Padre de la Mancebía, (eufemísticamente bautizado como Padre Putas), fueran devueltas desde el cercano pueblo de Tejares las mundanas mujerzuelas.
Para tal ocasión se ataviaban los universitarios con sus mejores galas y se hacían acompañar de música, vino y comida suficiente para agasajar a tan preciado rebaño. 
Comentaba en sus escritos, allá por el siglo XVII, los primeros que se tienen sobre esta pagana celebración, un jovencísimo Girolamo da Sommaia, como no pudiendo aguantar más la espera algunos estudiantes se embarcaban en pequeños botes y surcando las aguas del río se acercaban a la otra orilla para acompañar en su fluvial trayecto a las imaginamos, sorprendidas prostitutas.
Una vez puesto pie en tierra y al amparo del Puente Romano se desbocaban las más profundas pasiones, reprimidas durante tanto tiempo y con la música el vino y la comida como fiel acompañante se iniciaba una fiesta que más de alguna vez tuvo que ser reprendida por el Maestro Escuela.
Con la desaparición de la Casa de la Mancebía y sin putas a las que ir a esperar, la tan esperada fecha fue dando paso a otro tipo de festejo, esta vez más familiar, en el que se reunen no sólo estudiantes, sino familias enteras, amigos, compañeros de trabajo y gentes venidas de fuera, para seguir celebrando en el campo o en los parques de nuestra ciudad, de otra manera ya no tan lujuriosa, el paso de la aguas, haciendo hueco en la mesa al verdadero protagonista de esta fiesta, el Hornazo.


La primera referencia escrita sobre el Hornazo tal y como lo conocemos, como una empanada rellena de chorizo, lomo y otras carnes la podemos encontrar ya en el siglo XVI. Unos siglos antes más concretamente en el XII, aparecen reflejados en algunos escritos la celebración de una fiesta en la que se comía en el campo, durante el Domingo de Pascua Florida un hornazo acompañado de vino, pero más parece referirse a los alimentos asados en horno o al término “hornazo o dar el hornazo”, que era el agasajo que se le dispensaba al padre predicador una vez acabado el sermón de acción de gracias el día de Pascua y en el que tomaba parte todo el pueblo en campera celebración

Queda lejos ya el tiempo que para poder degustar tan sabroso bocado había que esperar a que pasase la Semana Santa y como en un ritual, las mujeres de la casa se pusieran manos a la obra y embadurnando sus dedos con harina, aceite, levadura, agua y vino blanco y a fuerza de amalgamar, dieran forma a la masa que con el esfuerzo surgía de sus manos.
Los tiempos han cambiado, pero las tradiciones, aunque procedan de un ritual tan poco ejemplarizante como el celebrar la vuelta a nuestras calles de la prostitución, siguen arraigando con fuerza en las nuevas generaciones.
Sea como fuere lo que no nos cabe la menor duda es que no hay celebración campera o familiar, que no se precie de estar engalanada por nuestra comida estrella, el Hornazo salmantino. 





  • El "Lunes de Aguas": (de fiesta y muy salmantina).   Jose Luis Yuste.
  • Historia de Salamanca. Manuel Villar y Macias.
  • La Reina del Tormes: guía histórico-descriptiva de la ciudad del Tormes.  Fernándo Araujo.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Niños Expósitos

Pues si el torno de la Inclusa
es un buzón verdadero,
¿adónde llevan los ángeles
las cartas para el infierno?

En una España atenazada por la pobreza, el hambre, los conflictos bélicos, constantes vaivenes económicos, cambios políticos y encorsetada dentro de una estricta moral católica, la exposición de niños en iglesias y calles públicas se practicó con cierta frecuencia, hasta bien entrado el siglo XIX. Nacidas para evitar la gran cantidad de abandonos e infanticidios que se cometían, de los que muchos se camuflaban como accidentes, las Cofradías primero y las Inclusas después, fueron el punto de recogida de los niños que sus progenitores rechazaban, evitando la exposición en sitios abiertos por lugares más seguros. La ilegitimidad de muchos de ellos, fruto de amores clandestinos o no consentidos, donde la población estudiantil tuvo algo que ver y otros menos agraciados por haber nacido dentro del seno de una familia humilde marcó el futuro, si alguna vez lo tuvieron de estos pequeños, que nada más ser abandonados pasaban a formar parte de los marginados y rechazados.
Estos niños se convirtieron sin quererlo en un auténtico problema social y humano y aunque se intentó por parte de los estamentos mejorar su situación  tanto económica como social, creando fundaciones y Hospitales, estas nunca pasaron de ser meras intenciones.
Lo verdaderamente sobrecogedor, es que durante más de dos siglos la muerte con estos niños trabajó a destajo y las creencias religiosas se toparon con la dura realidad.
Esta es la historia de las Cofradias e Instituciones salmantinas que se encargaron de velar por intentar dar una solución a un mal demasiado extendido tanto en la ciudad como en la provincia.
 
Las casas de Expósitos.

En el año 1586, ante la gran cantidad de niños que son abandonados a su suerte por distintos rincones de la ciudad y la gran mortandad que esto les provoca, surge la primera organización encargada de socorrer a los Expósitos de Salamanca, constituida por la cofradía de San José y Nuestra Señora de la Piedad. 
Esta Cofradía era la responsable de recoger a todos los niños expuestos y buscarles una ama de cría que les amamantara en las primeras horas y velar por su atención y cuidado. Carente de conocimientos básicos e infraestructura adecuada para realizar su labor, subsistía principalmente con la ayuda de limosnas o de legados testamentarios que no le alcanzaba para cubrir gastos en estos primeros años, teniendo que pedir dinero al Cabildo para poder cumplir su labor.
«...las desgracias que se experimentaban con estos inocentes, pues los encontraban pendiente de los cerrojos de las puertas, o arrojados en las plazas, siendo alguna vez mordidos por los brutos».
Ante el incremento de abandonos y la insuficiente capacidad económica y asistencial, para realizar su labor, agravado por la alta tasa de mortalidad entre los expósitos recogidos superior al 90% en estos años, el Concejo, el Obispo y el Cabildo deciden en 1613, crear una nueva cofradía dependiente de este último: Nuestra Señora de la Misericordia
Afincada en el hospital con el mismo nombre, junto a la iglesia de San Cristóbal, se dotó a esta Casa con una nueva organización, aunque no más eficiente que la anterior. Sustentada por el Cabildo, Concejo, Obispo, Universidad y de las aportaciones que hacían varios colegios mayores y vecinos de la ciudad, su economía nunca paso de ser básicamente de subsistencia.
Para tener un lugar donde poder depositar a los niños que eran abandonados por sus familias y no fueran dejados de manera indiscriminada en diferentes puntos de la ciudad, se dotó a la cofradía de dos cunas, una en la Catedral y otra en el mismo hospital, pero aun así la tasa de muertes siguió siendo alta y treméndamente sobrecogedora, cerca del 84% de los niños fallecían casi a los pocos días de su recogida, y muy pocos alcanzaba el primer año de vida. El tiempo que pasaban a la intemperie a la espera de ser recogidos y el mal estado en el que llegaban muchos de ellos por unas condiciones pésimas en su traslado, marcaba el futuro de los pequeños. 

Hospital Nuestra Señora de la Misericordia.
Sólo de 1700 a 1720 cuando se construye la nueva casa, de 2690 niños recogidos, 2108 morirán en la Inclusa. En el conjunto del Estado tres cuartas partes de los niños  abandonados (755 por mil) fallecían antes de cumplir los siete años. 
Salamanca en esta época pasaba por ser la ciudad española con más niños expósitos en relación con los niños censados. Entre un 13,6 y un 19,5% de los menores de 7 años salmantinos habían pasado en algún momento de su vida por la Inclusa.

Los lugares preferidos para realizar los abandonos fueron los edificios religiosos, los domicilios de nobles y de vecinos más o menos distinguidos, quizás intentando que consiguieran una posibilidad de supervivencia que sus familias no podían garantizarles. Otros con mayor o menor grado de fortuna fueron vendidos a terceros con diferentes fines. Los menos afortunados fueron depositados en parajes solitarios y poco transitados como caminos, monte, prados o riberas. Dentro del grupo de excluidos había uno que mayoritariamente era más propenso a ser abandonado, este era el de los que presentaban alguna minusvalía o deficiencia. Durante la Edad Media la iglesia atribuía a causas sobrenaturales las "anormalidades", tanto físicas como mentales, siendo vistos como fruto del pecado. Muchos niños ante tal perspectiva fueron expuestos por sus familias sin que contaran con posibilidad alguna ni de ser recuperados ni adoptados. 


Hospital de Nuestra Señora de la Misericordia (calle Asadería)
En el año 1720, para dar cabida a los menores abandonados, se reforman dos casas que tenía la institución en la calle Gibraltar, dotándola de un nuevo edificio, el del Hospital de San José, más adaptado a las necesidades de acogida, pero con las mismas carencias que las anteriores. Es en esta nueva Casa donde se crean, ante la gran mortandad de los niños que son dejados a sus puertas, muchos de ellos incluso lo hacen antes de ser recogidos por los responsables, un torno en el exterior y otro en la misma puerta, que mejorarían sustancialmente la esperanza de vida de estos pequeños, que en estos años pasó del 70-80% a poco menos del 60%. Aunque seguía siendo alta si la comparamos con la tasa de muertes en la población infantil de la época, que rozaba el 49%.
Es en estos años cuando la Casa Cuna mejora económicamente gracias a un legado testamentario, que le aporta grandes beneficios, aunque tan sólo llegaría a los niños menos de un tercio de todo el dinero.
«Es en lo general del hombre en este mundo nacer, que es su principio; vivir es su medio y morir es su fin. Pero de esta parte o número de hombres que hablo, no ha sido así: nacen y mueren como los demás, pero su vivir no dura más por lo regular, que lo que se necesita de vida para perder la vida misma; en unos cuatro días, en otros ocho, en algunos un mes, en raro un año; según su mayor o menor robustez y desamparo, mientras que la hambre, la miseria, el abandono los destruye los acaba».
Rechazados por una sociedad, la del siglo XVIII con una fuerte convicción religiosa que no admitía a esta clase de niños entre ellos, pues eran sospechosos de haber sido concebidos en pecado, estos críos crecían desde el momento que penetraban en la Inclusa con el estigma del aborrecido.

Hospital de San José, hoy Archivo General de la Guerra Civil
Su llegada a las puertas de la Casa, en muchos de los casos lo hacían mal alimentados, mal abrigados y sobre todo muy debilitados. Esto provocaba que pocos sobrevivieran a los primeros días de su depósito. 
El transporte hasta la Casa se realizaba en el mayor de los anonimatos y a altas horas de la madrugada, garantizándose de esta manera no ser vistos por persona alguna y mucho menos por la autoridad. Llegaban niños desde todos los pueblos de la provincia, incluso lo hicieron de diversas ciudades como Zamora, Ávila, Cáceres o Madrid. 
El abandono de niños que estaba castigado con fuertes condenas, llegando incluso hasta la pena de muerte, tuvo que ser suavizado con otras menores ya que muchos padres ante el temor de ser descubiertos, juzgados y sentenciados por dicho motivo preferían deshacerse del menor en parajes apartados provocándoles la muerte de manera deliberada. Se dio el caso de encontrar a algunos padres enterrando vivos a sus propios hijos, esto hizo que el número de niños recogidos en la Casa Cuna creciera sustancialmente, aunque su esperanza de vida no fuera más allá de unos meses. 
«Si el párroco supiera haberse enterrado algún niño sin bautismo, caso por ocultar el suceso, deberá desenterrarlo con secreto y bautizarle si le encuentra vivo; pues suelen hacerlo así sin matarle, y es experiencia segura que aun así viven algún tiempo».
«...es necesario alentarlos (a los padres), para que exponiéndolos en caso forzoso, no maten los hijos: conviniendo como he dicho, aplaudir en algunas partes el hecho de exponer, al mismo tiempo que acriminar la ocasión a que esto obliga».
Fruto de la pobreza y en mayor grado de relaciones ilícitas, (el 88,4% lo fueron), el número de expósitos crecía con mayor fuerza en épocas de penuria y escasez. Los periodos en que escaseó el grano, como en el año 1709 en que una plaga de langosta acabó con los campos cultivados, el de 1711 que una pertinaz sequía hizo subir de manera desmesurada el precio del trigo, o en épocas de grandes pandemias como la de 1722 que una epidemia de viruela causó gran mortalidad entre la población salmantina, condicionaron de manera significativa la economía familiar, ocasionando entre los estratos más desfavorecidos una gran pobreza. Significativamente creció también el número de abandonos durante los periodos bélicos, como durante la Guerra de Sucesión o la Guerra de la Independencia.
«Trajéronla de Aldearrubia por haber muerto su madre Teresa Marcos, y su padre Joseph Blanco ser pobre de solemnidad, y al presente quintado por soldado y tener más hijos. Y por estas razones se cría».
Ventana donde posiblemente estuvo situado el Torno.
Los niños que eran expuestos y para ser reconocidos en caso de que volvieran los familiares a recuperarlos, solían hacerlo con alguna señal que los identificara: imágenes de santos, medallas, monedas partidas en dos o amuletos. Se dio el caso en que hubo niños que llegaban marcados con señales y escarificaciones, como el caso de una niña que ya lo hizo marcada al hierro en una pierna o el de algunos otros que fueron recogidos con quemaduras de cigarros en distintas partes del cuerpo:  mejillas, brazos, tobillos, pantorrillas, espalda y frente. Otros menores fueron abandonados con las orejas seccionadas igual que se le hacía al ganado. Algunos fueron depositados con la promesa de ser recogidos por sus padres en cuanto la situación de la familia se recuperara, aunque un pequeño porcentaje de ellos volvieron con sus progenitores realmente, el 2,9%. Fueron abandonados niños de todas las edades y condición social siendo muy rechazados por sus progenies, los que presentaban alguna malformación o deficiencia.
«Esta criatura es de gente pobre y por hallarse inpedidos sus padres y no poder asistirla, la remiten hasta que Dios les dé forma de bolber por ella».
Una vez que el niño ingresaba en la Casa y en el supuesto de una futura recuperación por parte de sus progenitores, se le tomaba: el nombre (si venia con el dado), señales identificativas, las ropas y objetos que traía, la hora y fecha de llegada, donde fue depositado, conocimiento o no de padres y si lo hacían con certificación de agua de bautismo o no. Si no había certeza de haberlo sido, recibía un "bautismo de socorro" por parte de los responsables de la Casa ante la posibilidad de no poder sobrevivir. Si finalmente lograban salir adelante eran llevados a la iglesia para recibir los santos óleos, algo que no podía demorarse más allá del octavo día.
«Está bautizado de socorro por persona muy instruida y que así sólo le suplico las ceremonias según costumbres de la Iglesia».
Dentro de la Casa, pasaban a manos de unas Amas internas que eran las encargadas de amamantarlos y vestirles, cuidándolos mientras los niños estuvieran bajo se responsabilidad, aproximadamente durante dos meses. Estas mujeres solían tener varios menores a su cargo lo que hacía que los lactantes nunca estuvieran bien alimentados. Posteriormente a los que salían adelante, se les procuraba una Ama externa que era la encargada de seguir con su lactancia. Estas no podian ser ni esclavas, ni moras judias o negras, sobre todo para que no transmitieran a los amamantados mediante la leche "sus inclinaciones o errores". Tenían asignado un mísero jornal de cuatro reales de vellón por semana y niño que criaran a teta y de seis al mes por los destetados, que solían cobrar con bastante retraso. Repartidas por toda la ciudad y por buena parte de los pueblos cercanos a la capital, el núcleo de mayor concentración se situaba junto al edificio de la Casa-Cuna, en los arrabales del puente, entre la gente más pobre que se podía encontrar y que habían sido rechazadas como nodrizas en otras casas, por enfermas o por la mala calidad de su leche. 
Antes de la construcción del edificio de la calle Gibraltar la mayor concentración de Amas se encontraba junto al Hospital de Nuestra Señora de la Misericordia, en las calles Banzo y Asadería, Plaza del Peso y junto a las parroquias de Santa Eulalia, Sancti Spíritus, San Cristóbal y San Mateo, principalmente.
«...mugeres mal alimentadas que muchas veces siguen criando a sus hijos, y dan al expósito el alimento necesario para que arrastre lánguidamente una vida que no tarda en extinguirse, no olvidemos que si la vida es compasiva la miseria es dura»
Algunas de ellas solían sacar a los niños para que no se les retirara la leche y encontrar un trabajo mejor pagado amamantando a los niños de las familias más acomodadas.
Poco estimulantes, la dejadez, la desatención y el desapego por su labor era norma habitual. Solían encargarse de varios de estos niños a la vez compaginando sus labores diarias con el cuidado del pequeño. Compartir su leche con los hijos de la nodriza era norma habitual, lo cual suponía para el recién llegado recibir el pecho en el último lugar, cuando lo recibía y compartir con el resto enfermedades e infecciones como la viruela, la tos ferina, la disentería, la difteria o el garrotillo, entre otras muchas más, bastante frecuentes en esos años. La mortandad en estos niños exteriorizados, alcanzó al 75% de ellos.
«Mueren de hambre a razimos, no lo ocultemos, yo lo he visto. Mueren cubiertos de costras y lepra, a los ocho días de nacer limpios, yo lo he palpado. Mueren abandonados, hechos cadáveres antes de serlo, yo lo he llorado delante de Dios. ¡Espectáculo funesto!».
Con las Amas permanecían hasta que los niños cumplían los ocho años, que era cuando tenían la obligación de devolverlos a la Casa Cuna, responsable de ellos. Desde ese momento los expósitos que no habían sido recuperados por la familia genética, pocos en todo caso, quedaban a disposición de cualquier persona que quisiera adoptarlos. El alto porcentaje de adopciones que se realizaron y en la mayoría de los casos, se hicieron para hacer trabajar al adoptante al servicio de una casa o una familia cuando eran niñas o para servir como mano de obra barata en el caso de los niños. También las hubo que se hicieron de manera legal y con intenciones verdaderamente de ahijamiento, pero estas fueron muy pocas.


Los que no conseguían ser adoptados, ni recuperados por sus familias tenían la opción de de aprender un oficio y una educación en diversas instituciones de la ciudad.
La falta de interés en la educación de los expósitos por parte de la familias adoptantes y de las instituciones, y ante la gran cantidad de ellos que se dedicaban a la mendicidad y al raterismo, dio lugar a que el Cabildo Catedralicio, intentando disminuir el número de críos que se dedicaban a estas artes, se planteara buscar una solución a la falta de garantías educativas de las que podían gozar estos niños y niñas una vez que abandonaban la Hospitalidad, dándoles otra opción de vida que la de la calle.

Los que así lo desearan podían entrar en el Seminario de Carvajal donde se acogía a los niños mayores de diez años huérfanos y pobres de solemnidad. Aquí se les enseñaba a leer, escribir y contar, dándoles posteriormente la posibilidad de aprender un oficio, alistarse en en la milicia o cursar estudios superiores.

Otra opción era ingresar en el Colegio Seminario de Mozos del Coro, donde se les proporcionaba una educación a los niños destinados al servicio del Coro de la Santa Iglesia y en el que se les preparaba para una vida dedicada al sacerdocio.

En el caso de las niñas podían asistir al Colegio de Niñas Educandas, una institución creada en el siglo XVIII, para muchachas de entre ocho y dieciséis años, donde se les daba educación básica y religiosa, que no educativa y se les enseñaba los oficios propios del sexo femenino (coser, fregar, cocinar, limpiar...). El colegio estaba situado junto a la Casa-Cuna, en la misma calle Gibraltar, en una vivienda alquilada a D. José Reyna y Vallejo, para la que se cerró la puerta que daba acceso a la calle y se abrió una nueva que comunicaba interiormente el colegio con la Hospitalidad de los niños.

Del total de niños acogidos en la casa y que lograron sobrevivir tan solo 26 de ellos acogieron estas clase de beneficios. 

Los que no quisieron o no pudieron recibir una educación o encontrar un trabajo al que dedicarse, ni se alistaron en la milicia, se vieron abocados a practicar la mendicidad, el hurto o la delincuencia. En el caso de la niñas la salida que más se utilizó fue la de ejercer la prostitución de manera voluntaria por necesidad para poder comer u obligadas por algunas personas que habían ido a la Casa-Cuna con la falsa promesa de darles un trabajo digno que nunca se produjo.
«...los chicos que tengo presos, me aseguran que no tienen domicilio, arte ni oficio, que viven de la limosna, y se recogen donde la casualidad les proporciona, confirmado por otros muchachos con motivo de iguales excesos. Y no siendo más afortunadas las niñas que de dicho Depósito se entregan a mugeres viciosas o sin más ocupación que la mendicidad».
Desde el año 1806, la institución inicia un pronunciado declive que se agrava con la enajenación de varias de sus propiedades fruto de los decretos desamortizadores de 1796 y 1805 promovidos por Godoy. El asentamiento francés en la capital desde 1809 hasta 1813 y los diferentes cambios de rumbo que toma la Nación con la restauración de la Monarquía y su posterior abolición, el trienio liberal y el retorno del absolutismo, hacen que empeore aun más la delicada situación económica de la Casa de Expósitos, situación que cuatro años más tarde, obliga al rey Fernando VII a tomar la decisión de reunir en un mismo establecimiento la Casa Cuna y el Hospicio, situado en el antiguo edificio del Real Colegio de la Compañía  frente al Palacio Fonseca, finalizando de esta manera la andadura de una institución que durante más de dos siglos había estado velando por los pequeños abandonados de esta ciudad. 
En el año 1825 cerrará definitivamente las puertas la Casa de Expósitos de esta ciudad.








  • Expósitos en Salamanca a comienzos del siglo XVIII.  María Fernández de Ugarte.
  • Marginación y pobreza. Expósitos de Salamanca (1794-1825). Eulalia Torrubia Balagué.
  • La inclusa de Pontevedra. Ana María Rodríguez Martín.
  • Expósitos e ilegítimos en Las Palmas en el siglo XVII.   Manuel Lobo Cabrera,  Mª José Sediles García.
  • Desde el exterminio a la educación Inclusiva. Gilda Aguilar Montoya.
  • Los niños expósitos de Úbeda y Sepúlveda en el antíguo Régimen: las obras pias de San José y San Cristobal.  Adela Tarifa Fernández.
  • La Reina del Tormes. Fernando Araujo.
  • Historia de Salamanca. Manuel Villar y Macias
  • Libro de las noticias de Salamanca que empiezan a regir el año 1796. Joaquín Zahonero.
  • Miscelánea pedagógica : homenaje al profesor Vicente Faubell Zapata.  El Colegio de niñas educandas: una institución para niñas expósitas de Salamanca a mediados del siglo XVIII.   Eulalia Torrubia Balagué.