domingo, 25 de agosto de 2013

Fray Luis de León frente a la inquisición



Las disputas existentes entre los docentes de las distintas órdenes religiosas (Dominicos y Agustinos), que impartían su asignatura en la Facultad de Teología, fue dando pie a que el clima de crispación que se vivía en la Universidad de Salamanca se fuera enconando de tal manera que las rivalidades se tornaron en odios enquistados que no quisieron o no supieron solucionar. Estos problemas entre órdenes, venían suscitados por el sistema que existía para la obtención de una cátedra. La decisión para entregar la titularidad de esta, partía de la opción de voto de los alumnos vinculados por sus estudios a la plaza que se disputaba, que eran en definitiva quienes la otorgaban. No era raro pues que los aspirantes a estas plazas intentaran influir en los alumnos y en sus decisiones, para de esta manera poder obtener la titularidad de la plaza. Pero no sólo eran las oposiciones para el acceso a la enseñanza lo que tenía dividida a la Universidad, ya que las famosas Juntas de Teólogos que a petición del Consejo General de la Inquisición se llevaban a cabo en la ciudad de Salamanca para la realización de censuras e índices de libros, puso de manifiesto la existencia de dos grupos claramente diferenciados. Por un lado los Dominicos con una visión más conservadora y tradicional claramente contrapuesta a las ideas progresistas y abiertas que defendían los Agustinos. Estas disputas supusieron una de las páginas más tristes de esta institución, al llevar a tres de sus más preparados profesores ante los tribunales del Santo Oficio.

Fray Luis según el escultor Nicasio Sevilla Sánchez.

Con el objeto de reimprimir nuevamente la denominada Biblia de Vatablo, una nueva traducción de las Sagradas Escrituras realizada directamente del hebreo, el librero y editor afincado en Salamanca Gaspar de Portonaris, pues la primera impresión realizada en 1555 por su hermano Andrea de Portonaris, había aparecido entre las biblias prohibidas por el Índice de Valdés, (libros prohibidos por la Inquisición), solicita al Consejo superior de la Inquisición en 1569, se realice un nuevo estudio para la interpretación de este libro con el fin de corregir los errores existente y poder editarlo con el beneplácito de los miembros inquisitoriales. Por tal motivo el mencionado Consejo ordena al maestro Francisco Sancho decano del Colegio de Teólogos y Comisario del Santo Oficio en Salamanca, reuniese a la Junta de Teólogos, compuesta por los maestros Francisco Sancho, León de Castro, Juan Gallo, Juan de Guevara, Luis de León, Gaspar Grajal, Martín Martínez de Cantalapiedra, Diego Bravo, Garcia Castillo, Diego Muñoz y Bartolome de Medina, que se añadiría después de obtener el magisterio de Teología en 1570.

Durante el proceso de estudio, que se alargó algo más de dos años, desde febrero de 1569 a marzo de 1571, los maestros teólogos reunidos en la capilla del hospital de la Universidad unas veces y otras en casa de Francisco Sancho, celebraron algo más de cien juntas en las que las deliberaciones para validar o no este nuevo texto dieron paso a graves enfrentamientos personales, con descalificaciones, insultos y alusiones de todo tipo, que acabarían siendo el desencadenante de la denuncia presentada contra Fray Luis de León, Gaspar Grajal y Martín Martínez de Cantalapiedra, los denominados hebraístas salmantinos.
Especialmente furibundos fueron los enfrentamientos entre Fray Luis de León, profesor de Teología Prima y León de Castro, profesor de Griego, experto acusador de judíos y judaizantes y abiertamente enemigo de todo aquello que tuviera que ver con los textos en hebreo, donde las amenazas con denunciarse mutuamente ante el Tribunal del Santo Oficio, fueron constantes durante estos dos años de deliberaciones. 
Aunque contrariamente a lo que se podría pensar no siempre fueron malas las relaciones entre estos dos profesores universitarios, ya que tanto León de Castro como Francisco Sancho, formaron parte del tribunal que aprobaron por mayoría la licenciatura en teología de Fray Luis en 1560.


Finalizadas las reuniones para el estudio de este nuevo libro, los tres hebraístas dan su parecer y recomiendan su impresión por ser, según su opinión, una interpretación más abierta y moderna a la ya establecida. Esta afirmación hace que desde el bando de los dominicos se les acuse de pervertir el significado y sentido de las Sagradas Escrituras, tanto de la Griega (septuaginta) como de la Vulgata de San Jerónimo, avaladas estas por el  reciente Concilio de Trento. Es a raíz de esta discrepancias cuando los odios acumulados durante las juntas toman forma y se trama la conjura que llevarán acabo Luis de Castro y Bartolomé de Medina, principal responsable de la trama.
Para poner delante del Santo Oficio a los tres maestros agustinos, instigan testimonios en contra de algunos estudiantes de la Facultad de Teología, los autodenominados “Bando de Jesucristo”, de varios frailes jerónimos y de otros dominicos que veían en las enseñanzas de los agustinos peligrosas novedades que debían ser atajadas.
Con la recopilación de estas declaración, Bartolomé de Medina confecciona las diecisiete proposiciones que pondrá delante de los miembros inquisidores y que se resumen principalmente en la traducción del Cantar de los Cantares a romance, prohibido por el Concilio de Trento, las críticas a la versión de la Vulgata con la puesta en duda de muchas afirmaciones que en ella se encuentran, que en el Antiguo Testamento no hay promesa de vida eterna y sobre todo a la ascendencia judía de estos tres frailes.

Con la denuncia ya presentada ante el Consejo General de la Inquisición en el mes de julio, se ordena por parte de este a Francisco Sancho, comisario del Santo Oficio en esta ciudad, abriera una investigación con el fin de averiguar si eran ciertas tales afirmaciones. Especialmente difícil tuvo que resultar esta tarea al fraile dominico porque contrariamente a lo que se pudiera pensar, la relación de amistad que unía a Francisco Sancho con el fraile agustino y de la que uno y otro hacían alarde, tuvo que pesar mucho a la hora de realizar esta investigación.
A principio del año de 1572 y con las pesquisas ya realizadas, envía la recopilación de sus indagaciones a la Inquisición de Valladolid, recomendando que se realizara una investigación más exhaustiva. Para tal fin llegará desde la ciudad vecina el licenciado Diego González, que al comprobar el origen converso de los denunciados y como principal evidencia, decide enviarles a las cárceles inquisitoriales.

El primero en ser detenido es Gaspar Grajal el 22 de marzo. El profesor Grajal se había reunido con Francisco Sancho unos días antes de su detención al saber de la trama de Medina, por mediación de un estudiante al que habían intentado malmeter contra el fraile,  aunque no le sirvió de nada dicha entrevista. Posteriormente lo serán Fray Luis y Martín Martínez de Cantalapiedra cinco días más tarde. Y aunque se presentó por parte de un vecino de la ciudad de Valladolid, una fianza de 2.000 ducados por la libertad de Fray Luis, esta cantidad de dinero no sería suficiente para protegerlo de las ávidas garras inquisitoriales.

No era la primera vez que Fray Luis se veía en problemas con la Inquisición. Ya en 1570 fue llamado por el Santo Tribunal para tomarle declaración por una lección acerca del matrimonio que había realizado en una de sus clases, aunque la denuncia se diluyó como el agua.

En el tiempo que transcurre desde la detención de Grajal, hasta la suya y viendo el cariz que estaba tomando el asunto, Fray Luis, ya presa del miedo y la angustia, intentó demostrar que no estaba en contra de la Vulgata, y envía la lectura sobre este libro, para obtener su respaldo, a teólogos de las universidades de Lovaina, Sevilla y Roma y al arzobispo Pedro Guerrero, de la archidiócesis de Granada. La petición del fraile fue respondida con aprobación por parte del arzobispo, informándole que si era necesario daría su parecer firmado, aunque la misiva llegó cuando Fray Luis ya había sido encarcelado. En un primer momento el Claustro en pleno aprobó enviar una carta al Gran Inquisidor, don Pedro Ponce de León,  defendiendo a los tres frailes agustinos. En este sentido intervinieron a su favor eminentes teólogos de diferentes universidades españolas, pero tanto la carta como estos respaldos que se realizaron para defender el buen nombre y honestidad de estas tres personas no sirvieron de nada, el Santo Tribunal había tomado ya su propia decisión y la iba a llevar hasta el final.

Con el paso del tiempo muchos de sus amigos, compañeros y estudiantes, les fueron dando la espalda, ya que nadie quería verse salpicado por un tema tan peligroso como la Inquisición. La misma Universidad como institución se prestó a dar toda la ayuda necesaria al inquisidor, en las indagaciones que este hiciera sobre los procesados.

Comienza de esta manera para los acusados un tiempo de terror y desesperación. Terror a lo que se les venía encima, los métodos que usaba el santo Oficio para conseguir sus fines eran por todos conocidos, y lo que tuvieron claro desde un primer momento los tres profesores, fue que una vez en manos del Santo Tribunal era muy difícil salir indemne.  Desesperación por que un proceso largo pudiera acabar con su prestigio y buen nombre del que hasta ese momento tenían, si no incluso con sus vidas y como lo consiguieran.


Medallón de Fray Luis en la Plaza Mayor

El 30 de marzo, Jueves Santo, ingresa en las cárceles inquisitoriales de Valladolid Fray Luis de León, en las que dispondrá durante su estancia de mesa, silla, libros y ropa en abundancia amen de otro tipo de utensilios que no se le permitían a los encarcelados por otros motivos, aunque se le prohibirá el uso de los sacramentos, algo que le mortificará durante su estancia. Tampoco obtendrá la ayuda que pidió durante el tiempo que estuvo enfermo para que le asistieran (en algunos momentos muy enfermo) y sólo se vio ayudado en ciertos momentos por un joven que como el estaba preso en las celdas vallisoletanas.
El 15 de abril Fray Luis realiza su primer interrogatorio, tras el cual un mes más tarde es acusado criminalmente "por ser descendiente de generación de judios" y se le acusa formalmente de ocho puntos, reducidos básicamente todos ellos al origen de su ascendencia. Para su defensa contó con la ayuda del doctor Ortiz de Funes, aunque el peso de la misma la llevó el propio fraile. Esto acabaría alargando el proceso en exceso ya que a su iracundo carácter y a la agresividad en sus alegatos se añadieron las constates comprobaciones que hubo que realizar a las pruebas aportadas por el fraile.
Las defensas a cada acusación en un primer momento las hicieron de manera oral, para pasar posteriormente a ser complementadas por escrito. En ellos Fray Luis las basó fundamentalmente en que la denuncia presentada contra él y sus compañeros se había realizado desde el resentimiento y la mala fe, que fray Bartolomé había ido induciendo de alguna manera a algunos estudiantes falsedades contra él y sobre todo que estas venían incitadas por la rivalidad que se había ido gestando por las oposiciones a cátedra que mantuvo tanto con León de Castro como con Bartolomé de Medina.

En marzo de 1574, un año después de entrar en prisión es examinado de 17 proposiciones de latín y 30 en romance, casi todas sobre la autoridad de la Vulgata y de su traducción del Cantar de los Cantares entre otras. Fue rebatiéndolas todas y aunque se las dieron sin firmar y de un modo anónimo, fue identificando uno por uno a todos sus difamadores. Entre las acusaciones que recibió estuvieron las de: encubridor de personas que habían enseñado proposiciones heréticas, desmintiéndolo tajántemente, haber errado contra la fe cristiana de manera intencionada, de estar en posesión de escritos de mala doctrina, argumentándolo en que los papeles eran de otras personas y lo justifica dando nombres, de haberse mofado de las interpretaciones que los santos hacían de la Sagradas Escrituras, de ser propenso siempre a cosas nuevas contrarias a la fe y a la religión y de buscar nuevas interpretaciones a las Sagradas Escrituras, defendiéndose en que un mismo pasaje de la Biblia podía tener varios sentidos, sin que esto fuera contra el mismo libro ni contra ninguna fe. De que en sus lecciones había enseñado que no era de fe que la Virgen no hubiese pecado nunca venialmente, defendiéndose que seria temerario y desvergonzado afirmar tal cosa, de haber traducido a romance el Cantar de los Cantares prohibido por el Concilio de Trento y de haberlo divulgado con mala intención, a lo que él lo justifica que lo hizo únicamente a petición de Isabel Osorio, monja del convento de Sacti Spíritus, porque ella no sabía leer en latín y que la difusión se realizó contra su voluntad pues lo hizo únicamente a modo particular.

Estatua de Fray Luis en el Patio de Escuelas, frente a la Universidad

Y mientras se efectúan las declaraciones, lentamente los meses pasan sin que se puedan probar los cargos que se les imputan ni llegar a juicio y siguen encarcelados sin justificación lógica, de lo que se quejara Fray Luis constantemente, llegando a temer en algún momento que pudiera ser quemado en la hoguera como lo fue en 1559, en esa misma ciudad de Valladolid, Agustín Cazalla, reconocido precursor de los protestantes españoles. Es precisamente durante este largo cautiverio cuando realiza algunas traducciones de libros y escribe varias poesías y una de sus obras más significativas, De los nombres de Cristo.

Las circunstancias se suceden y a las seis y media de la noche del 5 de septiembre de 1575, fallece en las cárceles inquisitoriales a la edad de 45 años Gaspar Grajal, tras una larga enfermedad. Después de certificar su muerte de la que al principio existieron serias dudas, se le da sepultura días más tarde en la iglesia de San Pablo. Su proceso continuó, de tal manera que se hizo llamar a algunos de sus hermanos para que procedieran en la defensa de su fama y memoria en lo que durara la instrucción, que no se extinguiría hasta 1578. Fray Luis no sabrá del fallecimiento de su amigo, pues lo eran desde la primera vez que pugnaron por la obtención de una cátedra, hasta el 9 de ese mismo mes, provocándole una profunda tristeza.
El 12 de septiembre  de 1575, el Tribunal, reconociendo el valor y la energía impuesta por Fray Luis en su defensa oral y le creyó exento de toda culpa y sospecha, aunque dicha declaración no se hizo constar en el proceso por el motivo de que debería ser votado por todos los miembros del tribunal, cosa de la que se quejo otra vez amargamente el fraile.

Un año más tarde en septiembre de 1576 y poco antes de ser liberado, Fray Luis de León estuvo muy cerca de sufrir tormento, en su petición el fiscal solicita que sea tomado en cuenta la utilización del tormento para poder sonsacarle la verdad, pero el tribunal no lo ve necesario y no se le aplica daño alguno.

Como la duración del proceso se alarga sin que se consigan resultados satisfactorios, el 7 de diciembre de ese mismo año de 1576, el Tribunal Supremo de la Inquisición presidido por el cardenal Quiroga, que ya había recomendado con anterioridad que el proceso contra Fray Luis fuera acortado, y al ver los pocos resultados que los interrogatorios y las presiones estaban teniendo sobre este caso, anuló la sentencia de Valladolid absolviendo plenamente al detenido, siendo puesto de manera inmediata en libertad y restituido en su cátedra con el pago de todas las mensualidades atrasadas desde la fecha de su detención.
Martín Martínez de Cantalapiedra no sería liberado hasta el 4 de junio de 1577, reincorporándose a su cátedra en el curso 1576-77 de la que sólo pudo impartir siete lecciones. Continuó en ella hasta que le sorprendió la muerte el 18 de noviembre de 1579.

Sabemos que a Fray Luis tras ser liberado se le ponen una serie de condiciones bajo pena de ser excomulgado o de ser nuevamente castigado con rigor, obligándole a guardar secreto de todo cuanto pasó durante su proceso, advirtiéndole seriamente de que no tomara represalias contra ninguna de las personas que habían testificado contra él, ni que les atacara tanto de acción como de palabra o delatara, o pidiera que lo hicieran terceras personas en su nombre. Seguramente estas advertencias le fueron de la misma manera expuestas a Martín Martínez de Cantalapiedra el día que fue excarcelado, pues eran práctica habitual en estos casos.

La queja ante el tribunal no se hizo esperar pues Fray Luis en su último alegato antes de dejar atrás la ciudad de Valladolid, deja reflejado en uno de sus escritos: “ Me han tenido preso sin razón alguna, y no merezco pena sino premio y agradecimiento y si de todo este escándalo que se ha dado y prisiones que se me han hecho queda en los ánimos de vuestras mercedes algún enojo; vuélvanlo no contra mí, que he padecido y padezco sin culpa, si no contra los malos cristianos que engañando a vuestras mercedes, los hicieron verdugos y escandalizaron la iglesia y profanaron la autoridad de este Santo Oficio”.

Tras haber pasado los últimos 57 meses de su vida en prisión regresó a Salamanca el 30 de diciembre y aunque eran las nueve de una mañana extremadamente fría, a su encuentro salieron numerosos estudiantes y varios profesores de la Universidad así como un número incontable de ciudadanos que al tener noticia de su  llegada desde Valladolid por la carretera que une las dos ciudades le vitorearon y festejaron su regreso con gran emoción. Las calles se llenaron de gente y ante el alborozo y griterío del público congregado, los balcones y ventanas de las calles por donde transitó tan jubiloso séquito, se abrían y sus moradores se sumaban  a la alegría reinante. 
Aula de Fray Luis
A su reincorporación al Claustro de la Universidad y para festejar su regreso y su definitiva absolución, la institución lo celebra con un reconocimiento especial asignándole la lección de Teología escolástica, pues la cátedra que ocupaba antes de su encarcelamiento ya estaba ocupada por otro profesor. Pero las clases no llegaron a ser muchas, pues uno de los profesores apoyado por varios frailes dominicos presenta una recusación al coincidir su clase con la de Fray Luis y ver que la mayoría de los estudiantes prefieren asistir a las lecciones del profesor agustino dejando su aula prácticamente desierta. El rector mientras toma una decisión decide que deje de impartir la clase durante un tiempo. 

Posiblemente cansado de ver como algunos de sus compañeros muestran recelos contra su persona y tarea, decide optar a la cátedra de Filosofía Moral que obtiene en el año 1578, pero él quiere algo más duradero pues esta clase de cátedra tendrá que volver a disputarla cuatro años más tarde. Se prepara la cátedra de Griego, que esta es a perpetuidad y en el año de 1579 después de una reñida pugna con el fraile Domingo de Guzmán, hijo del insigne Garcilaso de la Vega la consigue en propiedad. Aunque no estuvo exenta de cierta polémica pues muchos afirmaron por entonces que Fray Luis la obtuvo por un mal recuento de los votos. 
Pero no sólo le atacaron por la obtención de esta cátedra, pues muchos mal pensados, con el fraile entre ceja y ceja, comenzaron a esparcir comentarios interesados y es en esta época cuando se le acusa de mantener relaciones amorosas con la priora del convento de Santa Ana de Madrid, Ana de Jesús, gran amiga suya.
Es a partir de su reincorporación a esta cátedra y posiblemente de padecer ese clima hostil que algunos le muestran y de ver la prudencia que debe de tener al impartir sus clases para no verse nuevamente con problemas ante el Santo Oficio cuando comienza poco a poco a alejarse unas veces por enfermedad, otras por sus ausencias para realizar trabajos encomendados por la Universidad, de la práctica de la docencia.

Pero como sucediera una década antes en 1584, vuelve a ser nuevamente denunciado a la Inquisición , esta vez por una disertación en un acto público sobre la libertad humana ( de auxilis). En esta conferencia, el fraile Prudencio de Montemayor defendía la posibilidad de que las personas podían optar por tomar sus propias decisiones en contra de la opinión de que todo estaba determinado por la decisión del Señor. Ante los ataques de varios frailes dominicos a las palabras de Montemayor, Fray Luis sale en defensa de éste convencido de la ortodoxia defendida por Fray Prudencio, opinando que se declaraban heréticas doctrinas que podían ser claramente opinables. Como en su primer procesamiento, para su defensa se entrevistó con el inquisidor en Salamanca que en esta ocasión era Don Juan de Arrese, sin éxito, por lo cual se ve abocado a un nuevo proceso.  
Este segundo proceso acabaría con una leve amonestación y con la prohibición de defender tales afirmaciones.

A Fray Luis le empiezan a pasar factura los años pasados en prisión y su salud ya quebradiza de por si inicia un deterioro notable que le mantiene, ya alejado prácticamente de continuo, de su labor universitaria. En agosto de 1591 y visiblemente muy desmejorado inicia un viaje a Madrigal de las Altas Torres, para celebrar capítulos provinciales de la Orden de San Agustín. En ellas será nombrado provincial de la Orden en Castilla, pero no pudo ostentar dicho cargo, pues en esa misma localidad Abulense morirá el 23 de ese mismo mes a los 64 años. 
Un día más tarde sus restos mortales son trasladados a Salamanca y se le da sepultura en el convento de San Pedro de la misma Orden a la que pertenecía. Ese mismo día y con toda celeridad la Universidad saca a oposición la cátedra de Griego que hasta su muerte tuvo en posesión Fray Luis, sin guardar el mes de rigor que según los estatuto se podía esperar para sacarla a concurso. 


De nuevo, ¡oh Salamanca!
estoy aquí , de la prisión salido.
La frente toda blanca,
el cuerpo envejecido.
¡Si las canas me hiciese más temido!
Sosegado ya un tanto
vuelvo a emprender la vía abandonada
sin rencor ni quebranto.
¿Fe y vida está salvada?
¡Pues todo no ha quedado en la estacada!
Mañana hacia la ciencia
seguiré sin sentir recelo alguno
ni cargo de conciencia.
¡Dulce oficio oportuno
que enseñar y aprender es todo uno!
Pero es camino largo
que hay que seguir tenaz con firme anhelo.
A veces, cierto, amargo
hasta romper el hielo;
más grato cuanto más lejos del suelo.
¡Dulce camino loco!
¡Empresa más feliz cuanto más nueva!
Que si es cierto que el poco
saber nos pone a prueba,
el mucho, si se alcanza, a Dios nos lleva.

                                                            - Al salir de prisión -



  • Escritos desde la cárcel. Autógrafos del primer proceso inquisitorial. José Barrientos García. 
  • El Fraile y la Inquisición. Manuel Fernández Álvarez.
  • Fray Luis de León. El hombre, el poeta, el amigo, el místico. Teófilo Viñas Román.
  • El terror a la Inquisición en la Universidad de Salamanca. José Barrientos García.
  • Biografía de León de Castro. Vicente de la Fuente.
  • Procesos inquisitoriales contra los catedráticos hebraístas de Salamanca: Gaspar de Grajal, Martínez de Cantalapiedra y Fray Luis de León.  Manuel de la Pinta Llorente.
  • Decíamos ayer... Francisco Blanco Prieto.  Leticia Blanco Antona.
  • Proceso que la Inquisición de Valladolid hizo al maestro Fray Luis de León, religioso de la Orden de San Agustín.

3 comentarios:

  1. Solamente felicitar a los creadores de este blogg. Me parece una web realmente increíble a nivel de profundidad del contenido.
    Me ha sido muy útil para buscar datos históricos, y se agradece que no hayan datos "dejados caer" sin su razonada explicación.

    Un saludo, y gracias por el esfuerzo.

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  2. Gracias a los que cada día visitáis este blog y con vuestras visitas y comentarios ayudáis a mantenerlo activo y útil, sin vosotros no sería posible realizar este trabajo.

    Un saludo desde Salamanca paso a paso.

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  3. MUY EDUCATIVO E INTERESANTE VUESTRA INFORMACION E X E L E N T E ! ! ! PERO QUE TRISTE ES RECORDAR CUANTO DAÑO HAN HECHO TODOS LOS CRISTIANOS FANATICOS RELIGIOSOS QUE NOS PRECEDIERO. QUE HORROR ! ! !

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