Según una antigua narración mítica, el puente romano no fue obra de tales gentes, si no de un semidiós legendario y extraordinariamente poderoso, el héroe mitológico Hércules, como ya se recogía en algún escrito en 1496.
Es pues, difícil datar con exactitud la fecha que concrete con mayor fiabilidad la construcción del denominado como Puente Romano más antiguo de los que hoy en día se conservan en España.
Algunos historiadores dan su autoría al Emperador Trajano, allá por el siglo I de nuestra era, aunque otros difieren de tales afirmaciones y otorgan dicho honor a otros muchos, Craso, Domiciano, Vespasiano o Claudio entre otros. En lo que no cabe discusión alguna es que junto con el verraco que lo guarda en una de sus entradas desde el siglo XIV, los monumentos más antiguos que tiene Salamanca.
Cuando se comenzó la
construcción de la Vía de la Plata en el siglo I a.C (años 27-25)
se realizó sobre un antiguo trazado utilizado por el pueblo tartesso,
para comerciar con el norte de la Península Ibérica allá por el
siglo VII a.C. Fue en tiempos del emperador Augusto cuando se inicia
la aclimatación, continuada posteriormente por Trajano y Adriano, de
esta antigua vía como calzada romana que unía Mérida
(Emerita Augusta) con Astorga (Asturica Augusta). En el tramo
Lusitano que enlazaba Mérida con Salamanca dicha calzada tenía que
salvar en su último obstáculo el río Tormes.
Para continuar con dicha
vía, los ingenieros romanos pudieron reforzar algún antiguo puente
realizado en madera que ellos mismos construyeron para poder salvar
el río antes de la llegada de la calzada a la ciudad, pues sabido es
que ya habían estado por estos territorios allá por el año 178
a.C. Aquí es donde comienzan las dudas de su autoría pues mientras
la gran mayoría de los estudiosos se la adjudican
a Trajano, otros dudan de tales afirmaciones y le otorgan solamente la de
su reedificación, al encontrar posiblemente un puente que amenazaba
ruina cuando se ocupó de renovar parte de la deteriorada Vía de la
Plata, pues parece dudoso que hasta entonces no existiera edificación
alguna que ayudara a salvar el Tormes. Alguno sitúa dicha
construcción años antes, en tiempos de Publio Licinio Craso, entre
los años 96-92 a.C, y otros a Domiciano 81-96 este ya de nuestra
era. Fuera quien fuera su constructor en lo que no hay duda alguna es
que fue con el Emperador Marco Ulpiano Trajano cuando al puente se le
dio la imagen de la que hoy podemos disfrutar en su parte romana, los
14 arcos más cercanos a la capital charra, que son los únicos que
se conservan de su fábrica original.
Para la ejecución de las
obras, se utilizaron materiales provenientes de diversas zonas de la
provincia salmantina. Las bloques de granito fueron traídos desde
las zonas cercanas a Ledesma, Los Santos, Martínamor y Zafrón. El
resto de materiales pétreos que se utilizaron fueron extraídos de
zonas tan cercanas como Montalvos, Pizarrales y la misma capital. Los
talleres de cantería donde se trabajaba todo este material
estuvieron posicionados en la margen izquierda del río, siendo en
esta zona desde donde se iniciaron seguramente los trabajos de su
construcción.
Al ser una obra de
utilidad pública, el coste y ejecución fue sufragado con el
esfuerzo de los propios salmantinos, mediante la recaudación de
impuestos y tributos especiales por un lado y por otro mediante la
utilización de mano de obra civil, bajo la supervisión de los
ingenieros romanos.
Sus 26 arcos de medio
punto se apoyaron y aun lo hacen, en pilas con tajamares triangulares que reducían la fuerza con que las aguas arremetían
contra ellos. Los 358 metros de su longitud, se determinaron teniendo
en cuenta el caudal que en los momentos de mayor avenida de sus agua
podían llegar a separa sus dos orillas, siendo su ancho de entre 5 y
7 metros, los mismos que los de la calzada que lo tenía que
atravesar. El enlosado de su vía estaba realizado con cantos rodados
asentados en una base arenosa, que debía repararse con asiduidad por
el desgaste producido por el incesante tránsito al que estuvo
sometido. En la parte central y para darle mayor estabilidad frente
al empuje de las impetuosas aguas del Tormes, se construyó un
castillete que dividía el puente en dos.
Durante estos años de
dominación romana el puente tuvo que ser sometido a reconstrucciones
y reparaciones de mayor o menor calado para lograr mantenerlo en
servicio, pues documentadas quedaron las llevadas a cabo en tiempos
de los Emperadores Adriano (117- 138), Antonio Pio (138-161), Elio
Pertinax (193) y Flavius Honorio (384-423).
Con las incursiones
musulmanas a la ciudad gran parte de la documentación escrita sobre
ella y su puente se pierden para siempre hasta bien entrada la Edad
Media. De la poca que se salvó sabemos que durante su Tercera
Campaña y la de las Ciudades, Almanzor sometió a asedio varias
veces a esta nuestra ciudad, asentándose en la orilla izquierda del
río Tormes y bloqueando el paso por el Puente Romano a personas y
mercancías. No se precisa si durante estos sucesos el puente sufrió
daños, aunque la ciudad quedó seriamente dañada.
Recién estrenado el
siglo XII el puente y su mantenimiento pasan a ser responsabilidad
del Concejo. No tardan mucho en establecer a la entrada del puente
más cercana a la ciudad un puesto para el cobro del portazgo para mercancías, que casualmente y aunque pueda parecer lo
contrario no estaba destinado a las posibles reparaciones que él
necesitase ya que una tercera parte de esta derrama iba a parar a
manos del Cabildo.
Si era necesaria realizar alguna reparación de
importancia, el Concejo solía recurrir al cobro de impuestos
extraordinarios. pues los costes de reparaciones llegaban a ser tan
elevados que las arcas municipales no tenían dinero para cubrirlos.
Esto sucedió cuando en
1256 la crecida del río que pasó a ser conocida como Riada del los
Difuntos (2 y 3 de noviembre) asoló los arrabales de la ciudad
llevándose consigo gran parte de los barrios de San Nicolás, San
Lorenzo, Santiago, Tenerias y el del Arrabal este ya “allende la
puente”, junto con diversos conventos como el de Santa María
de la Serna y el de los Dominicos. Fue tanta la furia con que las aguas
colisionaron contra el puente que 13 de sus arcos de la orilla
izquierda fueron derribados o quedaron en tan mal estado que acabaron
cayendo en los días siguientes.
Las obras de reparación
fueron tantas y tan costosas que el Concejo tuvo que imponer un cobro
especial para poder sufragarlas tanto a los ciudadanos de la capital
como al los de su alfoz más cercano, aun así tardaron cerca de 20
años en volver a reconstruir el puente.
Pero
hubo otras riadas que, aunque causaron destrozos en conventos y
arrabales no dañaron el puente, como las ocurridas en 1275, 1479, 1482 y 1490.
Hasta
que en 1498 otra fuerte avenida, la de Santa Bárbara, tras dos meses
de intensas lluvias, vuelve a causar daños en el puente derribando
un par de sus arcos centrales de los reconstruidos dos siglos atrás.
En el año 1520, durante
la revuelta Comunera se transformó el castillete central del puente
en un edificio defensivo, con la construcción de un torreón sobre cuatro arcos de medio punto, coronados por un cimborrio y dos
almenas con el objetivo de impedir el paso al ejercito realista si
intentaban entrar a la ciudad desde la parte sur.
Este Castillete se
mantuvo en pie junto con las almenas hasta el 18 de noviembre de 1852, cuando siendo Gobernador de la Provincia D. Fernando Zappino fueron derribadas.
Atajado el alzamiento
castellano por las huestes del rey Carlos I, se realiza a mediados de
este siglo XVI unas obras de reparación con el objeto de cambiar el
dañado suelo del puente por unas losetas de granito del cercano
pueblo de Martínamor, pero sólo las de la mitad derecha del mismo.
Para intentar que estas planchas no se deteriorasen rápidamente se
prohibió por parte del Concejo el tránsito de carros herrados,
manteniéndose en vigor dicha prohibición durante varios años.
Con el paso del tiempo el
puente se resiente en su zona reparada tras las crecidas
anteriormente mencionadas, por lo que se inician unas obras de
reparación que afectan a cuatro de sus arcos, las almenas, pretiles
y accesos por ambos lados y que serán acabadas en 1620. Sólo dos
años más tarde se acuerda sustituir dos columnas que franqueaban el
paso por el acceso del arrabal por otras dos más modernas en las que
se esculpieron los escudos de armas de España en la de la izquierda
y el de la ciudad en la de la derecha, que aun se conservan.
Pero esta remodelación, será disfrutada poco tiempo por los salmantinos, pues apenas seis años más tarde una de las riadas más dañinas de las que se tienen constancia destrozará medio puente y sembrará de desolación y muerte las riveras y arrabales de la ciudad. Pasará a la historia como Riada de San Policarpo.
La reconstrucción de la parte afectada se llevará a cabo en 1677 por orden del entonces rey Felipe IV, hasta entonces la zona desaparecida había sido sustituida por una estructura realizada con madera.
El 02 de octubre de 1834 se produjo un hecho curioso, pues el verraco que desde el siglo XIV, se mantenía unido siendo imagen indivisible de este puente es mandado derribar de su pedestal por el entonces Gobernador de la Provincia y Jefe Político Jose Mª Cambronero creyendo que dicha figura había sido colocada como signo de ignominia, por Carlos I en las ciudades Comuneras. La figura del "toro" permaneció junto a las orillas del Tormes partido en tres grandes trozos hasta el año 1867, cuando fue recogido para ser depositado durante largo tiempo en el patio de escuelas, por la Comisión provincial de Monumentos, hasta que ochenta años después volvió a ser depositado en el mismo sitio de donde fue arrancado.
Unos años más tarde, en 1872 el Ayuntamiento presentó un proyecto para ensanchar el puente adosando dos andenes de hierro de metro y medio de ancho, a cada uno de sus costados para que los transeúntes pudieran cruzarlo, dejando el puente expedito para el trafico cada vez más constante de grandes carros de carga. Finalmente el alto coste de dicha obra y el esfuerzo realizado por el concejal Enrique Esteban para que se construyera un nuevo puente aguas arriba salvaron al Puente Romano de ser modificado.
El 03 de junio de 1931 es declarado Monumento Histórico Artístico, conjuntamente con su inseparable Calzada de la Plata y varios monumentos más de esta ciudad como el Palacio de la Salina, La Torre del Clavero, La Universidad y las Iglesias de San Marcos, de San Martín y Santiago entre otros.
Años más tarde en 1998, el puente pasa a estar protegido cuando se le declara Bien de Interés Cultural.
- El puente romano de Salamanca desde su construcción hasta la riada de San Policarpo. Angel Vacas Lorenzo
- El puente romano sobre el Tormes en el Iter ab Emerita Asturicam. M.R. Méndez Bueyes y M.C. Jiménez Gonzalez.
- Guía de Salamanca. Modesto Falcones.
- Historia de Salamanca. Manuel Villar y Macias.
- Urbanismo de Salamanca en el siglo XIX. Enrique García Catalán
- Los vettones. Indigenismo y romanización en el occidente de la Meseta. Manuel Salinas de Frias
- Gaceta de Madrid. 4 de junio de 1931. Número 155. páginas 1181-1185