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Cerca Nueva en 1570 - Antón Van den Wyngaerde - |
Con la conquista definitiva de Toledo a finales del siglo XI y la estabilización de la zona centro de esta nuestra piel de toro, se dio inicio una actividad repobladora de la que Salamanca no fue ajena. Raimundo de Borgoña, a la sazón yerno de Alfonso VI comenzó esta repoblación de las tierras charras, pertenecientes por aquellos años a la Extremadura Leonesa.
Inicialmente
se establecieron dentro de una ciudad, que estuvo en manos musulmanas
hasta el año 1085 en que las tropas cristianas capitaneadas por Alfonso VI la conquistan, y que durante muchos años estuvo
situada en tierra de nadie: francos, serranos y judíos. Los
mozárabes tuvieron que conformarse con los terrenos que había en el
arrabal cercano al Puente Romano, aunque algunos consiguieron
asentarse en el interior de la ciudad. Otros grupos ante la
imposibilidad de establecerse dentro del recinto amurallado se
acomodaron en los arrabales de la zona norte de la ciudad muy
próximos a ella, fueron: Toreses, Bregancianos, Portogaleses,
Castellanos y Gallegos.
Para dar cabida a todos estos nuevos grupos, llegados para buscar una nueva vida y que no pudieron establecerse dentro de los límites de la ciudad, el Rey Alfonso VII ordenó en 1147, la construcción de una nueva muralla que aglutinase y diese protección a todas estas “collaciones o pueblas”.
Para dar cabida a todos estos nuevos grupos, llegados para buscar una nueva vida y que no pudieron establecerse dentro de los límites de la ciudad, el Rey Alfonso VII ordenó en 1147, la construcción de una nueva muralla que aglutinase y diese protección a todas estas “collaciones o pueblas”.
Pero
construir y conservar una nueva muralla al Concejo le resultará
altamente costoso, por eso el rey Alfonso IX, ordenó en 1206, al ser
este un bien del municipio, que todos los vecinos y vasallos de las
iglesias salmantinas pagasen para tal fin, «un
cuarto de maravedí»,
exigencia que más tarde
el Fuero
de Salamanca recogerá
como algo obligatorio. No fueron los únicos impuestos que se
impondrían para el mantenimiento de la Cerca, ya que en el siglo
XVIII el Concejo, prolongó los arbitrios de los que goza como el de
“un real en cántaro de vino”,
de todo este licor que se vendiera en la ciudad.
Pero
no sólo la muralla gravó el bolsillo de los salmantinos, también
actuó como elemento fiscalizador, ya que lo mismo que resultaba un
bien costoso, en no menos ocasiones ayudó a engordar las rentas
municipales, imponiendo un coste a los productos que por ella se
introducían. Estos derechos fiscales de los que gozaba también la
Hacienda Pública acabaron desapareciendo a mediados del siglo XVIII.
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Salamanca |
Las
canteras de las que se obtenían las piedras con las que se levantó
esta nueva cerca estuvieron localizadas principalmente en los
alrededores del Colegio de Huérfanos (Facultad de Educación), en
Peñuelas de San Blas, en el Teso de la Feria y en los alrededores
del Zurguén, todas ellas controladas por el Concejo. Varias
comunidades de la ciudad, como la de los Sexmeros de la Tierra, se
vieron en la obligación de prestar hombres y carros para poder
transportar las piedras a las zonas donde se estaba realizando la
obra. Pero no sólo se conseguían piedras de las canteras, con el
derribo de parte de la anterior muralla se pudo levantar alguna
sección de esta Cerca Nueva.
Este
segundo recinto tuvo un perímetro de cerca de una legua, 6366 pasos,
-según González Dávila-, con una superficie mayor a las 110
hectáreas. Esta gran dimensión de terreno supuso que la ciudad
contase con numerosos espacios vacíos difíciles de ocupar, por esta
razón el rey Alfonso IX, otorgó a varias órdenes militares como
las de Alcántara, Santiago y Calatrava y algunas eclesiásticas como
los benedictinos de San Vicente o la Real Clerecía de San Marcos, a
ocupar y establecerse en las zonas más alejadas, intentando
facilitar de esta manera su poblamiento. Es durante el siglo XII
cuando se construyen los edificios más importantes, Catedral,
Alcázar y Universidad, verdadero germen evolutivo del desarrollo y
crecimiento de la ciudad.
Pero
la Muralla no será una construcción vistosa, más bien todo lo
contrario, la disparidad de medios utilizados, la desigualdad de
muchos de sus muros, las constantes reparaciones a las que se verá
sometida y las diferentes alturas con las que contó, que oscilaban
desde los 7 metros en la zona de la Puerta de Villamayor, los 10 que
tuvo junto a la puerta Nueva o la mermada elevación que había en la
zona de la Puerta de los Milagros, harán de ella una obra bastante
desagradable en comparación con el conjunto arquitectónico que sus
piedras protegían.
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Muralla en el Cerro de San Vicente, junto a la antigua Puerta de los Milagros. |
Poco a poco y con el paso de los años las “collaciones”, núcleos próximos pero independientes, ya incluidos dentro de la nueva muralla, expandirán los límites de sus respectivos distritos creciendo hasta unirse entre sí, formando a la larga un solo núcleo urbano.
Todos
estos grupos acabarán formando parte en el Concejo de la ciudad,
cada uno con un alcalde que los representa, lo que provocara en
algunos momentos, diversos enfrentamientos, sobre todo por los
diferentes intereses que representaban.
Esta
“pueblas” fueron:
la de la Magdalena, San Benedicto, San Polo, Santa María de los
Caballeros, Santa Olaya, San Adrián, Sanctispíritus, San Juan del
Alcázar, Santo Tomás Canturiense, San Juan de Barbalos, San Marcos,
San Martín, San Cristóbal y Santa Cruz.
En
el siglo XVIII se creará una nueva organización territorial que
dividirá la ciudad en seis cuarteles, sustituyendo de esta manera la
antigua división medieval. Estos fueron: San Justo, San Martín, San
Boal, San Pablo, San Blas y el de la Catedral.
Las
calles de estas parroquias o “pueblas” al estar orientadas
hacia su templo principal, forman una estructura radial, con su vía
principal orientada hacia la puerta de la ciudad más cercana a
ellas.
Estas,
fueron calles tortuosas, con un firme desigual, por donde el tránsito
se hacía sobre todo los días de lluvia especialmente penoso, mal
cuidadas y peor saneadas. Las basuras, los detritos humanos que se
arrojaban desde la viviendas a la vía pública y los excrementos de
los animales que las transitaban se pudrían al sol o se mezclaban
con el lodo los días de agua, haciendo emanar de ellas un hedor
difícilmente soportable.
Por
esta razón, en 1497, el hijo de los Reyes Católicos el príncipe
don Juan mandará empedrar la calle principal de la ciudad, la Rúa
de San Martín, intentando demostrar con esta acción los beneficios
urbanos e higiénicos que supondría tanto para los salmantinos como
para la ciudad contar con unas calles más saneadas. Los vecinos al
ver la mejora que suponía para ellos, acabaron colaborando en la
pavimentación de otras vías, pero el empedrado generalizado de
todas ellas no llegará a la ciudad hasta bien entrado el siglo
XVIII.
Cuando la vida comercial de Salamanca pasó definitivamente a la Plaza de San Martín, trasladada desde el Azogue Viejo y la Puerta del Sol, las principales calles conectaron la Plaza con las diferentes puertas que hubo en la muralla, facilitando el tránsito de los productos que acabarían vendiéndose en su mercado.
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Escultura de Don Juan en Plaza de Monterrey |
Cuando la vida comercial de Salamanca pasó definitivamente a la Plaza de San Martín, trasladada desde el Azogue Viejo y la Puerta del Sol, las principales calles conectaron la Plaza con las diferentes puertas que hubo en la muralla, facilitando el tránsito de los productos que acabarían vendiéndose en su mercado.
Su
ronda exterior, configurada en el siglo XVI, y afianzada
definitivamente en el XIX, con la mejora y ampliación de sus
caminos, seguía las líneas que hoy forman las carreteras que
circunvalan el núcleo urbano: paseo del Rector Esperabé, en su lado
sur, paseo Canalejas en el este, avenida Mirat y Puerta Zamora en el
norte y por el oeste las avenidas de Alemania y Paseo de San Vicente.
Facilitaban
el acceso a esta nueva ciudad trece puertas, de las que tomaron el
nombre de las iglesias, parroquias, conventos y caminos de dirección
que había en sus inmediaciones.
Cinco
en el sur, de las que dos habían pertenecido a la primitiva Cerca
Vieja, San Juan del Alcázar y la del Río más la de los Milagros
San Pablo y la Nueva, dos más en el este, la de Santo Tomás y la de
Sancti Spíritus, otras dos en el norte, la de Toro y la de Zamora y
las cuatro restantes en el oeste, la de Villamayor, la de San
Bernardo, la Falsa y la de San Vicente.
En
la parte superior de la muralla, existía para su tránsito, una
ronda de una “vara”
de ancho, y junto a las Puertas unas escaleras que facilitaban el
acceso a esta.
Desde mediados del siglo XIII, se intentó estimular el asentamiento de los vecinos fuera de los límites de la muralla, sobre todo en los terrenos junto al Puente Romano en el arrabal de Santiago y en el que había en la otra orilla del Tormes, el de “allende la Puente” , pero las peligrosas crecidas del Tormes hace que estos desecharan esta opción y acabaran buscando en el interior de la ciudad un lugar más seguro donde establecer su morada. Las que si encontraron acomodo cerca de sus orillas fueron las industrias que para la realización de su trabajo necesitaban el caudal del río, como los molinos y todas aquellas que su labor resultó insalubre e incómoda de mantener dentro del asentamiento humano, (mataderos, batanes, y tenerías), al igual que la leprosería de San Lázaro, que prestó sus servicios junto al Puente, en la otra orilla del río.
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Muralla en el Paseo de San Vicente |
Desde mediados del siglo XIII, se intentó estimular el asentamiento de los vecinos fuera de los límites de la muralla, sobre todo en los terrenos junto al Puente Romano en el arrabal de Santiago y en el que había en la otra orilla del Tormes, el de “allende la Puente” , pero las peligrosas crecidas del Tormes hace que estos desecharan esta opción y acabaran buscando en el interior de la ciudad un lugar más seguro donde establecer su morada. Las que si encontraron acomodo cerca de sus orillas fueron las industrias que para la realización de su trabajo necesitaban el caudal del río, como los molinos y todas aquellas que su labor resultó insalubre e incómoda de mantener dentro del asentamiento humano, (mataderos, batanes, y tenerías), al igual que la leprosería de San Lázaro, que prestó sus servicios junto al Puente, en la otra orilla del río.
La casa de la Mancebía fundada en 1497, también
encontró acomodo extramuros de la ciudad, en
el Arrabal allende le puente,
siendo cerrada 1630 por orden real, después de haber prestado sus
servicios durante años a los estudiantes de la Universidad
salmantina y a algún que otro vecino.
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Muralla en Paseo de San Vicente |
Una vez pasada la etapa medieval donde las necesidades defensivas ya no eran tan apremiantes, el mantenimiento de la Cerca disminuye, lo que conllevará al progresivo deterioro de algunos de sus lienzos, influenciado también por la crisis generalizadas que sufrieron las arcas de la ciudad con las epidemias y desastre naturales que asolaron Salamanca durante el siglo XVII.
Para
sus constantes reparaciones se utilizaron materiales de bajo coste y
rendimiento, como barro, pizarra, adobe o cal. En otras ocasiones,
para afianzar las partes más deterioradas se usaron las piedras de
las casas caídas fuera de la muralla, o se desmochaban las torres
que protegían las puertas o se vendían para poder sufragar los
constantes arreglos a los que era sometida. Es en estos años cuando
se relajan las ordenanzas sobre su cuidado y conservación,
permitiendo el acoplamiento de viviendas particulares, establos y
cuadras a sus muros (interiores), algo que resultará más frecuente
en su lado norte y sur, sin que en los laterales de la cerca se
descuidase tan propicio resguardo.
Fue
tanta la desidia que se prestó en su limpieza que en 1784, la
cantidad de los escombros acumulados en su ronda exterior igualaban
en altura a la de la muralla.
No
será hasta el siglo XVIII, en el periodo de enfrentamientos con
Portugal y la Guerra de Sucesión cuando la seguridad de la muralla
vuelva a acaparar la máxima atención de los poderes de la ciudad.
Fue entonces cuando se llevó a cabo el mayor desembolso por parte
del municipio para su refuerzo, lo que provocó que la corona
sufragase parte del pecunio gastado en su mejora, aunque como en
otras ocasiones los materiales siguieron siendo de pésima calidad.
Una
vez acabados estos dos conflictos la muralla vuelve a entrar en un
progresivo declive provocando el desmoronamiento de parte de sus
muros y de muchas de sus puertas, que ya amenazaba ruina en casi todo
su perímetro. Aunque se intentó frenar su progresivo deterioro, el
elevado coste de sus reparaciones hizo que se cuestionase su utilidad
y conservación.
Con
la ocupación francesa a principios del siglo XIX, la muralla pasó a
ser un objetivo secundario, prestándose más atención a la
construcción de los fuertes de San Cayetano, San Vicente y La
Merced, por parte de los invasores. Los continuos bombardeos, a que
somete la zona, el ejercito del General Wellintong para destruir las
defensas y fuertes franceses, hacen que parte de la zona amurallada
del barrio de los Milagros quede prácticamente destruida en su mayor
parte y aunque se intentó arreglar la muralla tras la marcha del
ejército invasor , esta ya estaba herida de muerte.
Es
el 2 de marzo de 1867 y tras la supresión de los derechos fiscales
sobre las Puertas de la ciudad, cuando el Ayuntamiento obtiene el
permiso pertinente para el derribo de la ruinosa muralla en la que se
había convertido, algo que había hecho que desde hacia tiempo se
hubiera vuelto un verdadero peligro para los vecinos de la ciudad. Se
procura con su desmantelamiento dejar expedito el camino a un futuro
ensanche de la ciudad.
- Salamanca y su alfoz en la Edad Media (siglos XII y XIII). José Luis Sánchez Iglesias.
- Historia de Salamanca. Manuel Villar y Macías.
- Urbanismo de Salamanca en el siglo XVIII. Mª Nieves Rupérez Almojano.
- Descripción e historia política, eclesiástica y monumental de España para uso de su jeventud. Provincia de Salamanca. Valentín Picatoste.
- La reina del Tormes: guía histórico descriptiva de la ciudad de Salamanca. Fernando Araujo.
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